VERSO SUELTO

West side story

La fuerza centrífuga de buscar zonas nuevas ha convertido a Ciudad Jardín en una reliquia

LUIS MIRANDA

A la vejez medio terminal de su civilización, los españoles, y los cordobeses con ellos, han cerrado el círculo y han vuelto a su ser de nómadas, culos de mal asiento que antes de establecerse en un lugar y hacerlo bien suyo con su geografía de árboles, tiendas y calles, se marchan a otro más lejano. Antiguamente se movían abatiendo animales y buscando las cosechas naturales donde abundaban, sin preocuparse de las semillas ni de levantar casa en ningún lugar, sino en el sitio donde hubiese fruta y carne; ahora los seres humanos quieren ser usufructuarios de un suelo urbano que por una extraña razón tiene fecha de caducidad, por lo menos para quienes siempre dicen merecerse algo mejor.

Se ocupa durante décadas y cuando los pisos han dejado de tener las calidades últimas, los ascensores fallan más de la cuenta o la zona viste menos que antes, quienes allí estuvieron cómodos y presumieron de habitar en no sé qué calle de prestigio, hacen el hatillo, arrancan las pocas raíces que pudieran tener y se van siempre hacia fuera, a lugares recién construidos con puertas relucientes y sin gotelé en las paredes, pero que en el futuro irán al mismo desguace urbanístico.

Esta fuerza centrífuga es la que dejó vacío el Centro, reconvertido en una suerte de gran espacio comercial de franquicias y en una ciudad de oficinas y trajes, con las calles fantasmales a partir de las nueve de la noche. Es también la que ha hecho que Ciudad Jardín, que hasta no hace tanto era una víscera palpitante de vida y de color a dos pasos del corazón de Córdoba, sea ahora una reliquia anacrónica de bloques viejos, hormigueros humanos que hace mucho tiempo que se tendrían que haber prohibido y edificios en los que nadie se gastó un duro cuando tenían arreglo.

Cuando empezaron las goteras en Costa Sol y en Damasco, que en los años 80 y 90 habían tenido el color de las casillas medio caras del Monopoly, nadie sabía lo que era un palimpsesto, esa antigua inercia de las historias y culturas que se van superponiendo en la piel de una ciudad, de forma que cuando una casa se derrumba otra parecida ocupa su lugar, y con ella las nuevas vidas tienen algo de las que se fueron. Para quien tenía humos era mucho mejor buscar otro lugar, comprar el piso sobre plano y fotografiar primero el agujero y luego el lento aparecer de vigas y paredes. Lo que era veterano se hizo viejo y perdió valor, y los recolectores se mudaron a sitios con más brillo.

Pasa igual en barrios de Madrid con calles estrechas, casas rojas y nombres hermosos, que los antiguos castizos cambiaron por un piso con piscina, y que ahora habita un amplio muestrario de culturas e inmigrantes que vino a coger lo que no parecía digno de los españoles, ya tan modernos y tan europeos. Alguien soñó con una Ciudad Jardín mezclada y diversa, pero el barrio que había sido de estudiantes y abogados es ahora el decorado de «West side story», con bloques muy cascados y gente demasiado ociosa, y quiera el Cristo de la Confianza, en su altar o en la calle, que no termine cualquier día como el musical de Bernstein.

La idea de las Administraciones de poner ascensores en bloques antiguos y de arreglar calles no parece más eficaz que aquella comparación evangélica de remendar con paño nuevo la túnica vieja. Yo no creo que esto fuera del todo un problema de los políticos, sino de los que en pleno ladrillo no invirtieron en reconstruir un barrio que era viejo y se inventaron otro extrarradio de bloques mastodónticos que luego se ha quedado a la mitad en muchos sitios. Aunque alguien les daría la idea de planificar que una ciudad crezca en pisos y barrios nuevos mucho más que en habitantes.

West side story

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación