GIBRALTAR: ÉXITO DE ESPAÑA ANTE LA UE
Al dar el primer paso para sacar a Gibraltar del «Cielo Único», España recupera sus intereses diplomáticos y jurídicos en el contencioso
SI al representante británico no le ha gustado lo que España ha aceptado en una discusión sobre Gibraltar, quiere decir que lo hemos hecho bien. El pulso que ayer aguantó en Bruselas la ministra de Fomento, Ana Pastor, para lograr que no se aprobase un documento sobre el «Cielo Único», que incluía sin más al aeropuerto de Gibraltar, puede considerarse no solo un notable éxito, sino el mejor síntoma de la recuperación de las posiciones tradicionales de España. El Gobierno de Rodríguez Zapatero quiso creer que cediendo en posiciones esenciales obtendría de Londres una flexibilidad equivalente, cosa que nunca sucedió. Ha costado mucho volver a poner las cosas en su sitio, pero la discusión en el Consejo de Ministros de Transportes de la UE puede considerarse como el momento en el que España ha recuperado sus intereses diplomáticos y jurídicos. En este sentido, ha sido esencial la labor del Ministerio de Exteriores, que coordina de cerca todo el plan del Ejecutivo para que nuestro país recupere su posición tradicional en el contencioso y que, con lo ocurrido ayer en Bruselas, se apunta un nuevo éxito que sumar a la silla ganada para España en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
También se constata que el Reino Unido sigue sin mover sus posiciones y que está dispuesto a bloquear el desarrollo de una reglamentación que beneficiaría a 500 millones de europeos, a cambio de ceder al chantaje de las autoridades de la colonia, que solo se preocupan de sus intereses locales. Al contrario que Gran Bretaña, España dio ayer una lección de compromiso en aras del interés común de los europeos, al facilitar que prosiga el trámite legislativo. La ministra Pastor no cerró las puertas en ningún momento a un acuerdo razonable con Gran Bretaña, frente a la cerrazón de Londres. Todos los socios comunitarios han hecho suyo el deseo de que pudiera haber un acuerdo lo antes posible sobre el aeropuerto de Gibraltar, pero para ello es necesario que Londres de su brazo a torcer. No será fácil.
España no puede permitir que una reglamentación europea consagre unos hechos consumados y que se apaguen la legítima aspiración española sobre la soberanía de la Roca. Por el momento, Gibraltar –que ya crece gracias a los rellenos en aguas que no son de su jurisdicción– se queda sin «espacio aéreo» y dependiendo del que España le ceda para su funcionamiento.