Copa del rey
El Córdoba desprecia la Copa en Granada (1-0)
La eliminatoria se decidirá el miércoles 17 en El Arcángel
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Peor que en Liga. Peor que en cualquier amistoso. Una infamia para el fútbol. Los reservas del Córdoba demostraron en Granada por qué no tienen sitio en el once del colista de Primera. Estuvieron a punto de despedirse de la Copa de la forma más indigna. Sin calidad para la élite, como los titulares; pero también sin ganas. Apenas ofrecieron resistencia a un rival que, pese a las facilidades, sólo obtuvo una renta mínima para afrontar el partido de vuelta.
Una estadística resume el primer tiempo: ningún disparo entre los tres palos defendidos por Oier Olazábal. Aunque lo peor del Córdoba ni siquiera fue la alarmante dificultad para generar peligro de la que ha hecho gala desde el comienzo de temporada. El principal problema del Córdoba ni siquiera está en el área rival.
Lo más triste es que el conjunto de Djukic, después de más de tres meses de competición, nada tiene que ver con un equipo de fútbol. Con una defensa contemplativa y carente de cualquier entendimiento; un centro del campo que se limita a improvisar el pase más obvio cada vez que posee el balón; unas bandas que nunca entran en juego... Poco o nada podían hacer un Xisco aislado o un Caballero -titular por fin- desubicado y frustrado en la mediapunta, lejos de su posición en la medular.
Se aprovechó de su esparrin el Granada, al que le bastó con un par de acercamientos para poner en evidencia a la zaga visitante. Isaac Succes y Jhon Córdoba ganaron siempre la partida a sus rivales. Entre los dos arietes nazaríes fabricaron el 1-0 pasado el ecuador de la primera mitad, que concluyó sin más cambios en el marcador por fortuna para los blanquiverdes.
Hasta el minuto 64 no intentó el Córdoba nada en ataque. Entonces condujo Caballero un contragolpe y sirvió el cuero para que disparase Ekeng, que entraba con fuerza por el costado derecho. El camerunés envió el balón a las nubes. Pero todavía no había terminado de emborronar su lamentable actuación. Precipitado y desmedido en la mayoría de sus intervenciones, vería la segunda amarilla a falta de 20 minutos para la conclusión.
Djukic reaccionó con un cambio: metió a López Garai y sacó del campo a Caballero, el único futbolista que había creado algo potable. El Córdoba, que tímidamente había asumido el mando del encuentro, se limitó a defenderse hasta el final. Y salió vivo. Sin quererla ni merecerla, el cuadro califal tendrá en dos semanas la oportunidad de acceder a octavos.