Para mi padre, José Juan Bautista García Aguilar

BÁRBARA GARCÍA GÁLEA

Papá, te escribo estas palabras justo al cumplirse dos semanas de que nos dejaras. Tras tu partida, nos dejas un gran vacío imposible de sustituir ¿Cómo puedo asimilar que no te voy a volver a ver? Tú eres y has sido lo que más he querido en mi vida. Eras un padre ejemplar, tu amor se extendía tanto que nos cuidabas y sobreprotegías. Siempre pendiente de nosotros, «luchando» cuando teníamos problemas y consolándonos cuando nos encontrábamos abatidos. Inmejorable como abuelo, adorabas a tus nietos y necesitabas tenerlos cerca.

Si eras así de especial ¿Por qué te ha llevado el Señor tan pronto con él? Intento responder, la única respuesta que me reconforta es que perteneces a un grupo especial de elegidos por nuestro Dios Padre, los cuales estáis provistos de grandeza en el alma cual ángeles se tratara y con una fe inquebrantable, a los que convoca para que lo ayudéis a atender a los ruegos, suplicas de las criaturas terrenales que nos encontramos desorientadas, hundidas en las distintas vicisitudes de la vida y que piden sosiego, esperanza y un poco de luz para seguir hacia adelante. Digamos que sois como ministros del Señor a los que se os delega tareas para que lo alivies de tanta carga. Sé que estas con nuestro Dios Padre porque estoy convencida que has entrado directo al cielo, sin un ápice de duda. Tu familia y tus amigos conocemos tu calidad humana, la cual era sobrecogedora, tan destacada, que deslumbraba a quienes te conocían. Tenías palabras de cariño para todos, te preocupabas al extremo dando lo mejor de ti. No podías ser de otra manera, eras como tu padre, mi abuelo Francisco García, el cual era un caballero, noble y solidario. Como él, pasaste esta enfermedad que te venció, pero contra la que luchaste con dignidad, la cual no pudo con tu sorprendente personalidad; que conllevaba una alta seguridad, inteligencia, «don de gentes», positividad y fuerza interior sin igual. Sé que estas aquí con nosotros, te siento, me lo haces saber, pero ahora te necesitan ahí arriba, y como fiel servidor del Señor has acudido aunque te harás notar, seguro que no pasas desapercibido, tienes madera de líder. Estarás además acompañado por tus padres y tu hermano mellizo que te acogerán como mereces. Me lo has dado todo en vida, cariño y afecto sin límites. Ya no quiero pedirte nada más (aunque me insisten en que te pida y rece para orientarme en esos difíciles momentos), mi sentimiento es en cambio diferente, pues es ofrecerte mis futuros logros, y así poder recompensarte todo lo que has hecho, para que te sientas orgulloso de mí al igual que lo estoy yo al saber de quién provengo.

Me despido de ti, diciéndote lo que te decía y en el infinito tenía que haberte dicho más: «Te quiero Papá». A lo que tú siempre me respondías: «Yo también a ti hija».

Para mi padre, José Juan Bautista García Aguilar

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