VIDAS EJEMPLARES

DISGUSTOS BREVES

LUIS VENTOSO

La barbaridad del Manzanares estará olvidada en semanas, fútbol es fútbol…

TRAS la paliza bárbara y mortal a un hincha, que por cierto, iba allí a lo que iba, el mundillo del fútbol y las autoridades se han mostrado compungidas y enérgicas: tenemos que erradicar esta lacra. Son palabras bienintencionadas y obligadas. Que tendrán el mismo valor que la rupia afgana. La tercermundista pelea del Manzanares estará olvidada en semanas (de hecho, se siguió jugando mientras el aficionado agonizaba), porque fútbol es fútbol y a la hora de la verdad, vale casi todo. Las normas básicas de la educación, las obligaciones contables, las exigencias de Hacienda y en general, el respeto a la ley, se inmolan ante el altar del circo máximo. ¿Cómo vamos a perturbar el solaz del pueblo con los aburridos requerimientos de la vida real?

Las primeras veces que fui al fútbol de la mano de mi padre, a sufrir en aquel venteado Riazor con un Dépor leal a la Segunda, me sorprendía en mi inocencia la metamorfosis que se operaba en algunos de los amigotes paternos. Señores educados, afables siempre conmigo, dóciles burgueses de vidas regladas, se transmutaban en energúmenos de carajillo y rostro granate, que se tiraban el partido blasfemando contra el árbitro y hasta contra nuestros propios jugadores (que la verdad es que hacían sus méritos). Todo este rapto de locura sucedía en envites de élite… contra el Baracaldo y la Cultural Leonesa.

Luego ya fui al fútbol solo, con mis propios amigos. En el derbi regional, un duelo de pobres en Segunda, vi a los padres fundadores de los futuros Riazor Blues apedreando los buses de los aficionados del Celta (que luego hacían lo propio en Vigo con los del Dépor, en una cutre rivalidad que aún perdura entre dos ciudades gallegas y hermanas). En una ocasión, la fiesta se crispó tanto que uno de nuestros amiguetes, de mente espesa como la Nocilla y superlativo amor por el club, propuso ir la estación de tren «a mover alguna vía para descarrilar a los del Celta». No fuimos, claro. Pero son las nobles pasiones que a veces se suscitan.

Más tarde mi equipo se hizo semigrande y hasta ganó una Liga. Lo logró con un presidente que trucaba las cuentas, que lo empeñó hasta la ruina, que empleó a todos sus hijos en el club, que se hizo millonario (una fortuna personal de más de mil millones de las viejas pesetas) y dejó pufos hasta en cuentas de tortilla y Rioja (y no es broma, lo reveló el juez del concurso de acreedores). Se llamaba Lendoiro. Hoy, merced a su meritoria gestión, es embajador honorífico de la Liga de Fútbol Profesional, la misma que se hace cruces por la salvajada del domingo.

El presidente Del Nido era tan ejemplar que está en la cárcel, como Núñez. Lopera vivía en el juzgado. Lorenzo Sanz detraía unos miles de la caja del Madrid para echar unas manos de cartas. Rosell está en el banquillo, acusado de trucar el fichaje de Neymar. Messi, el ídolo, es un presunto evasor fiscal, con cantidades que convierten en amateur al Instituto Nóos. La compra de partidos se ha probado, sin que se tomase medida alguna. Villar lleva 26 años como presidente de la federación, con una gestión vidriosa, pero ajena a las exigencias de limpieza que barren todas las esferas de la sociedad. Los Mundiales de 2018 y 2022 se decidieron con sobornos. Hacienda, tan estricta con los de las nóminas, se inhibía hasta ayer con los clubes. Los futbolistas, un ejemplo para los niños, suelen ser displicentes, o directamente bordes, y carecen de todo compromiso con el club que no sea el pecuniario (a lo Figo, que besuqueaba los escudos de Madrid y el Barça con idéntico embeleso).

Un buen partido es un deleite. Pero todo lo que lo rodea…¿Fútbol? Sí. En casa y con escafandra.

DISGUSTOS BREVES

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación