PRIMERA PLANA
CUENTO DE NAVIDAD
Los contratos que florecen estas Pascuas son un respiro económico para quien los logra y también un aguinaldo emocional
Empiezan bien estas Pascuas. No han arrancado y ya nos han puesto en las zapatillas lo que llevábamos tanto tiempo pidiendo: una mejoría del empleo gracias a la campaña de Navidad, que en los últimos años sólo nos había dejado carbón. Comercio y hostelería tienen unas previsiones positivas para su actividad mientras suenen los villancicos y las calles estén llenas de adornos. El obsequio consiste en un alza prevista de la contratación en la provincia en la temporada de Pascuas (noviembre a enero) del 10% al 20% —depende de qué empresa de trabajo temporal (ETT) se consulte— respecto a 2013.
Habrá señores Scrooge que refunfuñen alegando que el regalo viene con la tara de tener fecha de caducidad a la vuelta de la esquina. Es verdad. Pero no es menos cierto que estos reguñones se empeñan en verlo todo negro cuando un empleo, por temporal que sea, sería un rayo de esperanza que iluminaría la vida de miles de cordobeses. No en vano, esas vinculaciones laborales que florecen estas navidades no son sólo un respiro económico para quien las logra. Son, además, un aguinaldo emocional para quien ha perdido la cuenta de los currículos entregados para nada; para quien los únicos viajes que ha hecho en los últimos tiempos han sido en Aucorsa sin poder apearse nunca en la parada de la ocupación; para quien está a punto de tirar la toalla en su combate con la recesión... Y en estas situaciones hay más de uno y más de dos paisanos. En concreto, 21.780 habitantes de la capital llevan parados más de un año. Su único trabajo en más de 365 días ha sido la laboriosa, desesperante e infructuosa tarea de buscar un empleo.
A ellos se les aparece en sus noches en vela el fantasma de ese pasado de mayor o menor bonanza que tuvieron, pero infinitamente mejor que su día a día actual, al que la crisis mandó al otro barrio. Otro que les desvela es el espectro de un presente terrorífico que les ha invadido hasta el porvenir. Y su insomnio lo completa la visita del ectoplasma de un futuro que les asusta con que lo peor, por escalofriante que parezca, esté aún por llegar.
Por eso cada uno de estos parados de larga duración que deje de serlo al lograr un contrato de Pascuas será un ciudadano que ha despertado de su pesadilla, aunque sea unos días. Ese trabajo de uno, dos o tres meses —más lo primero, e igual ni eso, que lo tercero— será la estrella que lo guíe en su largo caminar para dejar atrás la recesión. Pero el ambiente idílico de estas fechas no hace que me engañe. Este cuento de Navidad sólo tendrá final feliz si, tras estas fiestas, la recuperación económica se confirma, coge envergadura y 2015 es realmente un próspero año nuevo, en el que conseguir un empleo estable se convierta en algo normal. No como pasa ahora, que lograr un contrato indefinido o de varios meses es lo más parecido que hay a que el 22 de diciembre le toque a uno el Gordo de la lotería.