LOS ULTRAS, FUERA DE LOS ESTADIOS

El club rojiblanco reaccionó con acierto tras la muerte de Aitor Zabaleta, pero aún le queda mucho por hacer mientras los ultras del Frente Atlético sigan entrando en su campo

LAS reacciones oficiales a la muerte del hincha del Deportivo de La Coruña en el Manzanares han discurrido por un terreno de nadie, sin apuntar –más allá de la declaración de intenciones– a nuevos compromisos contra las bandas violentas, ni dar explicaciones cumplidas sobre cómo fue posible que un par de centenares de ultras de varios equipos se citaran impunemente en Madrid para pelearse como salvajes. Ante el homicidio del radical del Dépor no tiene mucho sentido lanzar juicios de condena contra clubes y Policía. Quien quiere pegarse y está dispuesto a matar y a morir se convierte en un delincuente incontrolable. Pero una cosa es no trasladar la culpa de estos criminales a clubes y Policía y otra muy distinta aceptar que no se puede hacer más para evitar tragedias como la del domingo pasado en Madrid.

Para empezar, no es convincente el argumento de que las bandas rivales se citaran por medio de mensajes entre teléfonos móviles y que esta vía de comunicación está vedada a la Policía. Para eso hay que tener otros cauces de información, a través de agentes infiltrados o confidentes. Desde los disturbios de Londres, en agosto de 2011, las policías de toda Europa están al tanto de estos métodos de convocatoria masiva a través de mensajes de móvil a móvil. La actividad violenta de estos grupos es constante, aunque en los últimos tiempos sea más esporádica y más alejada de los estadios. Si ha habido un exceso de confianza, hay que corregirlo inmediatamente para evitar cualquier espiral de violencia. Además, la pelea del domingo desveló una especie de asociación entre grupos ultra por razones ideológicas, lo que hace aún más grave el problema y lo trasciende del ámbito deportivo.

En cuanto a los clubes, los precedentes del Real Madrid y del Barcelona contra los Ultra Sur y los Boixos Nois, desaparecidos del Bernabeu y del Nou Camp, respectivamente, demuestran a los dirigentes del Atlético que se puede hacer algo más que escudarse en cuestiones legales sobre quién puede o no disolver el Frente Atlético. El club rojiblanco reaccionó con acierto tras la muerte de Aitor Zabaleta, hace dieciséis años, pero aún le queda mucho por hacer mientras los ultras del Frente Atlético sigan entrando en su campo. Por lo pronto, ayer debió estar Enrique Cerezo en la reunión de la Comisión Antiviolencia, a la que asistieron dos secretarios de Estado, el de Seguridad y el de Deportes. La gravedad del caso –un homicidio cometido a unos cientos de metros del Vicente Calderón, presuntamente por seguidores colchoneros– merecía ese gesto personal de Cerezo, que quizá no habría cambiado las conclusiones –o la ausencia de ellas, más bien– de la Comisión Antiviolencia, pero hubiera supuesto una imagen de compromiso a la altura de las circunstancias.

LOS ULTRAS, FUERA DE LOS ESTADIOS

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