LA FERIA DE LAS VANIDADES
MORDEMOS
Buen nombre para una formación basada en los círculos viciosos de la corruptela marinera y de los mangazos a discreción
LA corrupción es un atentado contra la ética y contra la estética. De lo primero se habla mucho. De lo segundo, menos. Y eso que hay motivos —recuerde el alma dormida a los caricatos de la «zeja»— para escribir tesis doctorales sobre la degradación estética que ha sufrido la picaresca en los últimos años. Antes, en los Siglos de Oro que derivaron en el oropel de la crisis barroca, los pícaros mantenían una dignidad trufada con la ironía que los colocó en el pedestal de los personajes literarios. Ahí están Lázaro de Tormes, Guzmán de Alfarache o el Buscón. Hoy se ha rebajado el nivel hasta unos límites que harían clamar a Monipodio, el gran pícaro de la Sevilla cervantina que elaboró un código ético y estético que no podían saltarse Rinconete ni Cortadillo.
Ahora todo ha cambiado. Y los pícaros que sangran el presupuesto público con sus mordidas -¿no suena esa palabra al PRI que convirtió México en un régimen muy parecido a nuestro Régimen?- trabajan con un desahogo y una marrullería indignos de la picaresca literaria. Los últimos que han caído en la red de Alaya se reunían en un restaurante de Triana. En el Maera. Sin la d intervocálica. Más «maera» para que no deje de funcionar la máquina de vapor del tren que los lleva directamente al poder. Más «maera» es la consigna de este marisco-leninismo que entronca —cigalas de ídem— con el marxismo de Groucho. Y como si aún estuviéramos en la Guerra Fría —la cerveza helada para acompañar las patas rusas, antes soviéticas— los presuntos implicados cantan por lo bajini con la clave que les servía para anotar los mangazos: «Langostinos Maera».
Así está el nivelito. El langostino sigue siendo el icono de estos pícaros hambrientos de poder que están obsesionados con la mordida, que viene de morder. Que funden ya un partido como hizo Pablo Iglesias, pero cambiando la coleta por la cola de langosta. Y que le pongan el nombre que mejor les viene: Mordemos. Porque eso es lo único que saben hacer. Morder el presupuesto público y morder a los que se atreven a denunciar semejantes prácticas corruptas. Son los que llaman facha a quien alza la voz mientras ellos meten la gamba y la cuchara. Mordemos. Buen nombre para una formación basada en los círculos viciosos de la corruptela marinera —siempre el langostino— y de los mangazos a discreción. Frente a Podemos, Mordemos.
Menos mal que el buen gusto no se ha perdido, y que un anónimo admirador le dedica a la juez Alaya unos versos dignos de Petrarca: «Doña Mercedes, por detrás y por delante, / su belleza es desbordante. / Su cuerpo es una escultura, / por su anatomía garbosa, / es una belleza pura». Desde Garcilaso no se había llegado a esos extremos de refinamiento lírico, de unción poética. Frente a la vulgaridad del langostino y de la «maera», estos poemas ajustados a los cánones renacentistas nos devuelven a la mejor poesía que se haya escrito en Vandalia. «La gente espera en la calle / que pase la magistrada, / y Sevilla se anonada / con su figura y su talle». Y ahora dejemos la guasa y vayamos por derecho al cuello del rapsoda. ¿No es para poner al trovador a los pies de Alaya? ¿No es para que doña Mercedes lo meta directamente en la cárcel?