CAMBIO DE GUARDIA

JAQUE A LA UE

GABRIEL ALBIAC

Frente a Sarkozy, Le Pen perdería; frente a Hollande ganaría. Jaque a la UE. ¿Mate?

FRANCIA se asoma al vacío. A casi tres años de las presidenciales, el desasosiego puede parecer desmesurado. Pero es como si un funesto destino, digno de las tragedias de Racine, hubiera desplegado ya sus líneas de estrategia sobre el tablero. Y todas las combinaciones llevaran al cero.

Nicolas Sarkozy se hizo anteayer con el control de la derecha francesa. En condiciones que no pueden sino ser leídas como precarias: su 64,5 por ciento en la UMP, en medio de la tormenta preso de la cual zozobra el actual presidente socialista, es un porcentaje insuficiente. Sin que ningún otro candidato pueda fantasear tampoco con arrebatarle el mando en plazo hábil.

François Hollande se hunde en la peor aceptación que ha conocido un presidente francés desde que el general De Gaulle fundara su Quinta República. Llegó, pese a su pobre imagen, aupado sobre la desazón con que las primeras heridas graves de la crisis económica marcaron el día a día de la sociedad francesa. También, como un antídoto al exceso de arrogancia exhibido por un Sarkozy seguro de su superioridad sobre aquel zote convertido en candidato por el homicidio –¿o el suicidio?– político de la única cabeza sólida del socialismo francés, Dominique Strauss-Kahn.

Hollande pudo aparecer como un reductor de los excesos tetosterónicos de los dos demasiado explícitos jefes de banda. Sus asesores publicitarios jugaron bien al hacerle apostar todo a esa imagen de «don nadie» –lo que es lo mismo, de «don todos»– que pudiera aparecer como un consuelo al harto ciudadano medio. Y ganó las elecciones cuando, en el último debate televisivo, se exhibió precisamente como eso: «un presidente normal», dijo, violando la consagrada mitología que, desde De Gaulle, exige una presidencia anclada en la predestinación histórica de los hombres excepcionales. Como excepcionales son –caso único en Europa– sus poderes. En rigor, los de un transitorio monarca absoluto. A los seis meses de ejercicio, el hombre normal se reveló como un zote. Que es lo que son los hombres normales. Y Francia atravesó las puertas de la recesión.

Lo verdaderamente grave ahora, aquello de lo cual el aliento político francés vive suspendido, es que no va a jugarse, esta vez, esa monarquía transitoria en la razonable alternativa de izquierda y derecha intercambiables. De Gaulle planificó su Quinta República para que ninguna irregularidad peligrosa pudiera pasar el filtro de las dobles vueltas, tras las cuales sólo la alternancia de los grandes sería posible. Ahora, el sistema está volcado. Las encuestas dan resultados alarmantes: no habrá segunda vuelta presidencial entre derecha e izquierda; la segunda vuelta se jugará entre la candidata populista, Marine Le Pen, y aquel de los dos grandes partidos que aguante mejor el desguace.

¿Y luego? La segunda vuelta presidencial se ve como una pesadilla. No sólo en Francia. Las encuestas dejan poca duda: frente a Sarkozy, Le Pen perdería por margen estrecho; frente a Hollande ganaría por goleada. Jaque a la UE. ¿Mate?

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