EFEMÉRIDES

El «Gran Capitán», cinco siglos de leyenda

Tal día como hoy, en 1515, falleció en la localidad de Loja

El «Gran Capitán», cinco siglos de leyenda archivo

p.m.d.

El destino de Gonzalo Fernández de Córdoba, segundo hijo de una poderosa familia noble afincada en la provincia de Córdoba en los tiempos de la Reconquista, estaba abocado irremediablemente a la vida militar desde sus primeros días.

Nacido en 1453 en el Castillo de Montilla, el heroico militar que la Historia conocerá como el «Gran Capitán» tuvo que optar por la vida castrense precisamente por no ser el primogénito de la estirpe, lugar que ocupaba su hermano Alonso y a quien, en principio, le parecía reservada la gloria aristocrática al ser el heredero de Don Pedro, señor de Aguilar.

Sin embargo, lo que no resultaba tan previsible era la meteórica trayectoria de Gonzalo Fernández de Córdoba en el arte de la guerra y en el dominio de las armas, dos aspectos de la existencia humana en los que empezó a ejercitarse en su adolescencia, durante los años que permaneció en la Corte de Valladolid bajo la tutela de la reina Isabel de Castilla.

Tras deslumbrar a la sociedad palaciega con sus triunfos en torneos y duelos, el joven Gonzalo regresó a Montilla para ayudar a su hermano en la lucha fratricida que mantenía contra la rama de la familia Fernández de Córdoba asentada en Cabra, con quienes combatían por hacerse con el control de estos territorios cordobeses ubicados justo en la frontera con los musulmanes.

Debido a las incursiones realizadas en zonas dominadas por las fuerzas islámicas, la inestabilidad de dicha situación geográfica forjó el carácter del «Gran Capitán», un auténtico mito cuyas aventuras han trascendido los límites de la realidad para entrar de lleno en la leyenda.

A pesar de muchas de las exageraciones que aún hoy se cuentan sobre su vida, lo cierto es que en aquellos tiempos tumultuosos ni siquiera Gonzalo Fernández de Córdoba pudo librarse de ser apresado, pero no por los musulmanes, sino por sus propios parientes.

Según explica el cronista oficial de Montilla, Enrique Garramiola, el conde de Cabra y su hijo el mariscal de Castilla retuvieron durante seis años en el Castillo de Santaella al joven Gonzalo, quien finalmente fue liberado gracias a la mediación del rey Fernando el Católico.

De nuevo en libertad en 1476, el «Gran Capitán» se entregó plenamente a la Reconquista, protagonizando numerosas acciones militares cerca de Málaga y participando en la Toma de Granada, donde intervino activamente en la capitulación del rey Boabdil el Chico en 1492.

Haciendo gala de una audaz valentía inversamente proporcional a su extraordinaria juventud, Fernández de Córdoba consigue labrarse una aguerrida reputación que le valdrá para ser enviado por el rey Fernando al sur de Italia como uno de los capitanes de la Liga Santa, que pretendía liberar a las posesiones aragonesas de Sicilia del acoso de las tropas francesas de Carlos VIII.

Será precisamente en tierras italianas donde, a partir de 1495 y pese a la primera derrota sufrida por los tercios españoles en Seminara, se encumbre a la figura del «Gran Capitán», rebautizado como tal en este momento, como uno de los mayores estrategas de la Baja Edad Media y principios de la Edad Moderna.

Y es que, tal y como señala el profesor de Historia Enrique Soria Mesa, Gonzalo Fernández de Córdoba puso en práctica la experiencia adquirida en España en la «guerra de guerrillas», que tantos éxitos le había deparado en su lucha contra los musulmanes.

Combatiendo al ejército galo, mejor dotado y organizado, el «Gran Capitán» contrarrestó dicha superioridad técnica en operaciones calculadas a la perfección que le reportaron trascendentales victorias en la conquista de Calabria, en la toma de Castrovillari y en la batalla de Atella.

Fama militar

A pesar del triunfo inicial de la campaña, Fernández de Córdoba se vio obligado a realizar una segunda expedición a Nápoles a principios del siglo XVI que resultó incluso más gloriosa que la primera.

Desde 1501, año en que su hermano Alonso muere en una escaramuza contra los últimos reductos árabes en Sierra Bermeja (Málaga), a 1504, el «Gran Capitán» consolidará su aureola invencible en Ceriñola, Barletta y Garellano hasta tal punto que acrecentó todavía más los recelos que su prestigio había suscitado en el monarca español.

Temeroso de que la fama del militar le eclipsara, Fernando el Católico ordenó en 1507 regresar a Fernández de Córdoba para que éste diera explicaciones de sus hazañas en el famoso episodio histórico de las ya míticas «cuentas del Gran Capitán».

Tras la destrucción del Castillo de Montilla en 1508 como castigo real a su familia, y apartado de la vida castrense, el héroe se recluyó en su retiro del Señorío de Loja junto a su segunda esposa, María Manrique, con quien se casó tras el fallecimiento de su primera mujer, Isabel Sotomayor.

Una vez pasados los gloriosos días del fragor bélico y antes de morir el 2 de diciembre de 1515 (casi cinco siglos ya de leyenda), Gonzalo Fernández de Córdoba cultivó su lado humano más pío peregrinando a Santiago de Compostela, donde ofreció al Apóstol una lámpara de plata cordobesa, y levantando el majestuoso Monasterio de San Jerónimo en Granada, donde se alza uno de los muchos bustos que honran su memoria.

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