Victoria bajo un velo de tragedia
La estrategia volvió a ser decisiva en el convincente triunfo del Atlético ante un Deportivo muy flojo, con la grada desangelada por el suceso de Madrid Río
El velo de la tragedia ocurrida en Madrid Río, donde una reyerta entre ultras provocó la muerte de un seguidor del Deportivo de La Coruña, tapó un día que nació luminoso, con el sol asomando entre jirones de nubes que habían estado descargando durante la noche. La jornada matinal, familiar y festiva, una invitación a disfrutar del espectáculo, se frustró en las gradas del Calderón, preñadas de gente a la que le costó un mundo entrar en la harina del partido. A los tímidos gritos de apoyo del Frente Atlético respondió el resto de la parroquia rojiblanca con pitidos –y con insultos la representación deportivista desde el gallinero del fondo norte–. La salmodia «asesinos, asesinos» sonó obscena en un estadio con notable presencia de niños, que no acababan de comprender lo que estaba ocurriendo. El fútbol no pudo sacudirse la crónica de sucesos y, en el entretiempo y en la resaca posterior, cuando cada mochuelo enfiló a su olivo, no se habló apenas de la victoria del Atlético, que sigue firme, aunque sin hacer ruido, en su persecución del líder Real Madrid.
Pero hubo un partido, aunque parezca mentira. El Deportivo saltó al campo con el blindaje previsto, torres en el centro de la defensa para evitar sustos en los envíos de Koke a balón parado, y una trinchera en la medular, con vigilancia especial para Arda y para el carrilero de moda, Juanfran. A pesar de la altura de los centrales, el peligro rojiblanco llegó siempre con su jugada favorita (sigue siendo indescifrable para los rivales), que tiene en el centrocampista vallecano su clave de bóveda. A los diez minutos, un centro de Koke lo cabeceó Mandzukic a la base del poste. A los 42, los mismos protagonistas: esta vez el croata peinó el balón en el primer palo y Saúl lo remachó a gol en el área pequeña.
Sin noticias del Dépor
Koke tiene un guante en la bota. Compañeros y rivales lo saben; unos lo disfrutan, otros no son capaces de pararlo. Entre medias de los goles, el choque se había encanallado con múltiples faltas y reclamaciones de penaltis. Solo Griezmann sumó alguna descarga eléctrica. Del Dépor apenas hubo noticias.
En el descanso Víctor Fernández ordenó a sus hombres esperar al Atlético más arriba, pero si había intención de asustar duró muy poco. Saúl disparó desde fuera del área y el balón, rebotado en Sidnei, se fue a córner, siempre palabras mayores en el Calderón. Sacó Koke, despejó Postiga y Arda enganchó una volea que, tras pegar en la defensa, acabó en el fondo de la portería. Otro partido de lujo del turco, pleno de forma y que sumó su segundo gol en Liga después del que anotó en el Bernabéu. Reparte delicatessen y también se pega carreras persiguiendo rivales –tal vez de cara a la galería, pero la gente lo festeja igual–.
Cerci lo intenta
Con el 2-0 en el zurrón el Atlético bajó una marcha y esperó zanjar el debate al contragolpe. Salieron Jiménez y Cerci, dos jugadores que aspiran a más minutos en un equipo donde la competencia es feroz. El italiano ha mostrado su descontento por el papel irrelevante que está teniendo para Simeone. Recibió aplausos y se mostró activo por la banda derecha, donde se pegó algún sprint y trianguló con Juanfran; también probó suerte con un disparo lejano. Si se arma de paciencia tendrá futuro en el Manzanares, porque le sobra calidad. Casi sin querer se llegó al final, tal vez porque nadie en el Calderón estaba concentrado en lo que se discutía en el césped, sino en esos prolegómenos de estacas y navajas que lo enturbiaron todo.