El técnico azulgrana no da con la tecla
Sergio Busquets, autor del agónico gol del Barcelona, salvó a Luis Enrique de un intenso debate sobre su planteamiento en Mestalla
En Mestalla, donde esperaba un Valencia reenganchado a la lucha por las grandes cotas, Luis Enrique probó con nada menos que su novena combinación para el centro del campo. Sacrificó a Rakitic (igual que en el Bernabéu) y juntó a Busquets y Mascherano al lado de Xavi, un veterano aún imprescindible. Vista su selección, priorizó la protección a la creación en la tercera visita que su Barcelona hacía a un campo de primer nivel, después de las dos derrotas contra el PSG y el Real Madrid. El argentino partió como pivote defensivo, mientras que el catalán trató de adaptar su habitual repertorio de equilibrio, practicidad y sentido táctico a una posición prácticamente nueva para él: el interior derecho. De entrada, la decisión del míster asturiano minimizó los problemas a la espalda de Dani Alves, pero obligó a Xavi, principal garante de la circulación aseada, a entrar por la izquierda y, por ende, a alejarse de Leo Messi, que un día más quedó abierto a la derecha para que Suárez no se echara a perder como falso extremo.
Hoy en día, desconectar al rosarino de su principal apoyo en la medular (el talento) es un mal negocio para el Barça. Además, si el rival tiende a juntar líneas, cerrar pasillos y salir rápido, como fue el caso del Valencia, la impaciencia genera situaciones como la de ver a Mascherano conduciendo en vertical, sin oposición, para terminar dando un pase profundo a las manos del portero del otro equipo.
Setenta minutos duró el invento de Luis Enrique. Probablemente demasiado, ya que Rodrigo y Feghouli, los exteriores valencianistas, ganaron bastantes duelos por la banda y André Gomes, estilete de Nuno en la medular, sirvió más y mejores balones que cualquier centrocampista azulgrana. Y es que Mestalla no vio a un Barça cómodo ni arriba ni abajo. De hecho, todo el peligro visitante llegó en momentos aislados, fruto más de la salida improvisada, de la reacción que de un plan estudiado.
«Lucho» deshizo el lío del once a falta de veinte minutos para el pitido final. Devolvió a Busquets al pivote, apartó a Mathieu (con amarilla) y situó a Rakitic a la misma altura de Xavi, cuyo motor, con el paso de los minutos, poco a poco fue apagándose. Le faltó balón al de Tarrasa, sosiego. Demasiado tarde para el croata y para Suárez, que falló una ocasión clarísima y protestó con razón por un tanto mal anulado por fuera de juego. Pero no para Busquets, protagonista del último grito del partido, del gol que mantiene al Barça a dos puntos del Madrid.