Como en la Feria
La Media provoca multitud de encuentros ocasionales entre participantes y espectadores, al margen de impacto visual para los turistas
Pasadas las 8:00 de la mañana, las inmediaciones de la Mezquita parecían ya una especie de desfile. De un lado, grupos de turistas japoneses (cámara en mano); de otro, un grupo de atletas sevillanos que se dirigían a la zona de salida para hacer el calentamiento de rigor.
Sólo fue el principio. A medida de que los atletas veían correr las agujas del reloj, empezó lo que se podría denominar como el tiempo para el reencuentro. Porque muchos de ellos se ven en carreras de este corte por distintas zonas de España. Así que muchos hablaban sobre la maratón de San Sebastián o la próxima media, que tendrá lugar en Málaga.
Eso sin dejar de correr de arriba a abajo con el fin de no perder la activación. Aunque otros, más cucos, trataron de situarse en el mejor sitio posible de cara a la salida, porque «si te sitúas atrás, el primer kilómetro lo haces casi siempre andando y luego cuesta más coger ritmo».
Aunque tampoco se podría dejar de lado la figura del acompañante. Generalmente, familia o pareja que trataba de dar el último mimo antes de comenzar la carrera. Porque, obviamente, luego hubo otro tipo de cariños. El de un público expectante que cubrió muchas zonas de un recorrido cercano y que se prestaba para tan efecto.
Ahí, entonces, comenzaron una serie de reencuentros. Familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, viejas amistades y hasta animosos desconocidos. En sí, una magnífica ocasión de ver un reconocimiento anónimo a un esfuerzo que en la mayoría de los casos es diario y casi secreto. Aunque lo de ayer era distinto, porque se trataba de una especie de feria en la que todo el mundo podía disfrutarla a su modo.