CASTIGO EJEMPLAR A LOS VIOLENTOS
La violencia se ha banalizado porque está presente en cualquier formato a ojos de cualquiera. Esta muerte es el síntoma de una sociedad que contemporiza con los violentos
LA muerte de un hincha radical del Deportivo de La Coruña en una pelea salvaje con ultras del Atlético de Madrid es una trágica advertencia de que no se puede bajar la guardia contra los grupos que utilizan el fútbol como coartada de su violencia. Las circunstancias del homicidio –que tal vez pueda calificarse como asesinato– son espeluznantes. Tras recibir un golpe brutal en la cabeza, el hincha del Dépor, miembro de una rama radical de los ultras de este equipo, llamada Los Suaves, fue arrojado al río Manzanares, donde permaneció el tiempo suficiente para sufrir una hipotermia severa. Fue rescatado con vida, pero los intentos de los servicios médicos por reanimarlo durante casi cinco horas fueron vanos. Esta vez, la pelea no se ha producido durante un partido, sino tres horas antes y relativamente lejos del estadio. Fue al parecer concertada para las nueve de la mañana por medio de WhatsApp entre varios grupos de ultras, no solo de las filas de Riazor Blues, sino que también participaron radicales del Rayo y el Alcorcón. Todos ellos encontraron a quienes buscaban. Los radicales del Frente Atlético les estaban esperando.
Desde la muerte del seguidor de la Real Sociedad Aitor Zabaleta, a manos de un ultra del Atlético, el fútbol español se ha esforzado por eliminar la violencia en sus campos. Pero no lo suficiente. La mayor presencia policial y de seguridad privada, junto a medidas sociales entre abonados y socios, han reducido los incidentes en las gradas. Por eso, no es justo descalificar genéricamente al fútbol, como deporte de masas, ni a las directivas de los equipos. La investigación policial debe aportar datos suficientes para que los clubes de los cuatro grupos de radicales implicados tomen medias disciplinarias contra ellos. Ninguno debe pisar nunca más un campo de fútbol.
La Policía debe averiguar cómo es posible que cuatro grupos violentos, organizados y jerarquizados, con antecedentes de sobra para mostrar de lo que son capaces, hayan podido convocarse por decenas en Madrid sin que nadie lo evitase. La prevención y la información son esenciales para acabar con los grupos de esta calaña. El partido no debió disputarse. La Real Federación Española de Fútbol estaba obligada a aplazarlo. Después de este primer error, la Comisión Antiviolencia se reúne hoy en el Consejo Superior de Deportes para tratar los hechos. De esta reunión deben salir nuevas medidas contra estos grupos, algunos de los cuales han protagonizado episodios de violencia callejera contra la Policía con ocasión de marchas «antisistema». La violencia es un problema social. Se ha banalizado porque está presente a todas horas en cualquier formato a ojos de todos, incluidos los más jóvenes. Esta muerte es el síntoma de una sociedad que contemporiza con los violentos.