EL LIDERAZGO DE PEDRO SÁNCHEZ SE TAMBALEA
LA dirección que ostenta Pedro Sánchez al frente del PSOE es cada vez más cuestionada, dentro y fuera de su formación, debido al cúmulo de ocurrencias y contradicciones que ha protagonizado durante estos cuatro meses como secretario general. Las encuestas electorales siguen sin reflejar la ansiada y sólida recuperación que cabría esperar tras la renovación de la cúpula socialista y, lo que es aún más grave, su liderazgo empieza incluso a tambalearse a nivel interno tras sus últimas torpezas. En primer lugar, se ha granjeado, como es lógico, fuertes críticas por parte de destacados miembros de su grupo parlamentario por posicionarse en contra de la reforma del artículo 135 de la Constitución, aprobada la pasada legislatura. Este bandazo no solo supone una nueva incoherencia –Sánchez participó en su redacción, votó a favor y la defendió en público–, sino una grave irresponsabilidad política, ya que dicha reforma contribuyó a evitar una penosa intervención exterior del país en un momento de enorme tensión financiera.
En segundo término, su rechazo frontal a alcanzar un gran pacto de Estado para combatir la corrupción constituye un acto de oportunismo electoral que en nada ayuda al conjunto de los españoles, quienes exigen más transparencia y rectitud en la actividad política, ni mejora el funcionamiento de las instituciones democráticas. Sánchez se equivoca si piensa que el ejercicio del liderazgo se reduce a una simple cuestión de imagen carente de contenido, pero comete un error todavía mayor si cree que aproximándose a las tesis que defiende la izquierda más radical va a conservar o ganar votos. El PSOE debe recuperar su sentido de Estado e imitar la exitosa reconversión que ha llevado a cabo la socialdemocracia en el centro y el norte de Europa.
