Invasión de zurullos
Ya sé que se han escrito muchas cartas sobre los excrementos e inmundicias que dejan todos los días en la ciudad los cánidos y las «cánidas», y que por más cartas que se escriban parece ser que el alcalde no está por la labor de su erradicación. Estoy escribiendo esta misiva totalmente indignado y a punto de explotar de impotencia contenida.
Cuando esta mañana me dirigí a mi coche para salir con él, una señora se me acerca y me dice que antes de subir me limpie los zapatos porque he pisado una gran caca de las muchas que hay. Le di las gracias, aunque le advertí que si me hubiera avisado antes, no habría ocurrido. Me puse —acordándome de todas las familias de los dueños— a limpiarme los dos zapatos restregándolos por el suelo, por los papeles, por los chinitos de la calzada hasta que me cansé y me fui. Mientras conducía iba pensando que esta lacra de suciedad se podría exterminar si el alcalde quisiera. Todo perro que se vea suelto por la ciudad, se recoge y se lleva a la perrera municipal donde se examinará por si tiene el microchip de identificación; si lo tiene se le sanciona al dueño con una buena multa y se le recuerda que los perros con amos tienen que ir con bozal y correa.
Lo mismo que funciona sin descanso la grúa municipal, que haya otro equipo de caza perros y sería otra fuente de ingreso. Todo tiene solución cuando hay verdaderas ganas de actuación.