EL NORTE DEL SUR
DIARIO DE UN PEATÓN
El plan para crear espacios libres de coches quiere hacer cierta la mentira de que Córdoba es una ciudad a la medida del hombre
EL peatón es un ser atribulado. En gran medida porque recibe mensajes contradictorios de quien ha de tomar las decisiones que le afectan a él y a sus congéneres que se han olvidado de que caminar es un ejercicio muy evocador al tiempo que una práctica muy útil en una ciudad en la que todo se encuentra a tiro de piedra. O casi. El viandante, que alguno queda, se encuentra un día a los señores que mandan en el Ayuntamiento tratando con más que manga ancha a los dueños de los bares que colonizan con sus sillas y con sus mesas el espacio que la planificación urbanística reserva para el tránsito de las personas. Y resulta que al tiempo que hay barrios en los que las aceras son ya poco menos que una reliquia arqueológica tenemos a la cúpula del equipo de gobierno empeñada, acabamos de enterarnos, en que cambie el «paradigma» —el término lo ha empleado el alcalde esta misma semana— de movilidad urbana. El objetivo es que las cosas funcionen justo al revés del modo en que lo vienen haciendo desde que alcanza la memoria: si la Córdoba actual está diseñada a la medida de los coches y el espacio que sobra es el que disfrutan los bípedos, la idea es que los peatones recobren el protagonismo que los motores le quitaron en el momento en el que los turismos comenzaron a ser un producto de primera necesidad.
El proyecto del Ayuntamiento, en realidad, no trata sino de darle la razón a una de las grandes mentiras sobre las que se construyen los lugares comunes de esta villa. Sí, ésa de que Córdoba es una ciudad hecha a la medida del hombre. El propósito parte del cerebro de Capitulares pero la está desarrollando una empresa participada por el Ayuntamiento de Barcelona que, entre otros méritos, ha catapultado a Vitoria al podio de las ciudades que mejor armonizan en toda Europea la convivencia entre los vecinos que se desplazan de casa al trabajo pasito a pasito con aquellos que deciden ir de un sitio a otro con el utilitario o pagando el boleto del transporte público.
De modo que la palabra de moda es «supermanzana». El teniente de alcalde de Presidencia, Miguel Ángel Torrico, intentó explicarles este jueves a los representantes de las asociaciones de vecinos de qué iba el tema y algunos de los asistentes aseguran que se quedaron a cuadros. Literalmente. La cosa va, según parece, de definir una serie de retículas a lo largo y ancho de la ciudad en las que los coches dejen de ser un estorbo para la viejecita que va a por el pan a la tienda de la esquina o para quien se levanta por la mañana con el firme propósito de cumplir con esa sana costumbre pero casi extinguida de gastarse un euro y pico en el periódico del día. El personal, por lo que vamos sabiendo, no le hace ascos a la propuesta y los partidos de la oposición han tenido que disimular que, bueno, la iniciativa del alcalde no tiene por qué ser mala del todo. Ya veremos hasta qué punto se trata de un planteamiento con recorrido o de un trasunto de promesa electoral.