VERSO SUELTO

Universigualdad

Proteger a las mujeres puede sonar «cool», pero es machismo añejo de la Sección Femenina

LUIS MIRANDA

AL contrario de lo que pregonan algunos cómicos profesionales con gritos propios de matriarca sobreactuada en el funeral de un marido al que ya no aguantaba, los peligros para los servicios públicos no están en los gobiernos conservadores ni en los grupos de opinión liberales, que aunque activos son escasos y no tienen perro político que les ladre. No tienen que temer por grandes empresas deseosas de hacer legítimo negocio con su parcela ni de políticos que quieran concederle alguna privatización a buen precio a firmas de confianza, porque los principales enemigos de lo público trabajan dentro de él y hasta dirigen instituciones que serían más útiles con otros criterios, y no hay semana en que no asomen a los grandes titulares o a la letra pequeña de las informaciones a pie de página pequeños desatinos que manchan con saña la reputación y la imagen de aquello que dicen defender.

La semana pasada le tocó a la Universidad de Córdoba, que ya que las líneas de investigación están garantizadas, la financiación de los proyectos científicos rebosa de euros y los egresados van derechitos del aula al contrato de trabajo, se ha puesto a hacer un Plan de Igualdad. Quizá en los más de tres lustros que han pasado desde que pisé por última vez la Facultad, el mundo académico ha vuelto a un machismo insoportable que haya que combatir, o a lo mejor es que Sevilla había llegado a una meta que Córdoba todavía no ha alcanzado, o seguro que yo estaba en el guindo y no me daba cuenta de las cosas, pero en la Universidad que recuerdo había vicerrectoras, vicedecanas y catedráticas, nadie trataba distinto a las alumnas, porque además en mi carrera duplicaban a los estudiantes masculinos, y tampoco ninguno miraba a la entrepierna de quien estaba al lado para saber si era amigo o enemiga reivindicativa, amiga o enemigo machista y heteropatriarcal.

Será que el medio rural campus de Rabanales ha hecho que los estudiantes y los profesores se asilvestren, porque ahora la Universidad ha tenido que soltar un puñetazo en la mesa y aprobar un plan para garantizar, dicen, «la igualdad real y efectiva entre mujeres y hombres», que por lo visto todavía no se ha conseguido a pesar de que la todavía vigente Constitución de 1978 la consagró y alumbró un periodo donde en pocos lados se ha distinguido por sexos con las leyes en la mano. Claro que los tiros pueden ir por aquello de la «representación equilibrada de mujeres y hombres», que quiere decir que haya personas que ocupen un sillón no por sus méritos sino por una cuota, y si uno defiende una sociedad donde se esquilme el dinero a los mismos, ¿por qué algún esforzado no iba a dejar su sitio a alguien que tiene que llegar a ocupar un puesto reservado, como las cajas de ahorros que daban sitios a los hijos de los empleados?

Todo esto nace del mismo caldo que tanto guisó el presidente Zapatero, y que el otro día decía que era más importante que reformar las instituciones era proteger a las mujeres. A alguno le podría sonar progresista y «cool», pero en realidad la frasecita, como la de algún medio que se preguntaba no hará tanto qué iba a hacer cierto partido emergente por las mujeres, es machismo añejo, sacado de algún manual de la Sección Femenina o de un tratado de cortesía victoriana con chicas débiles a las que hay que llevar de la manita. El final de la historia no va a ser feliz en absoluto, porque tendré que darle algo de razón a los ultraliberales que quieren desmantalar la enseñanza pública, en la que creemos quienes nos formamos en ella, o bien me apuntaré como oyente en las clases de Igualdad que se van a dar en la Universigualdad, a ver si por fin me caigo del caballo.

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