TIEMPO NUEVO CONTRA LA PEDERASTIA

El abuso por sacerdotes resulta especialmente repugnante porque traiciona de manera absoluta la misión encomendada a quienes asumen el compromiso de difundir el Evangelio

EL Papa Francisco ha puesto en práctica la política de tolerancia cero ordenada por Benedicto XVI con la pederastia en la Iglesia. El apoyo explícito y personal del Santo Padre al joven que le escribió para denunciar los abusos sufridos hace años por un grupo de sacerdotes de la Archidiócesis de Granada fue determinante para que la víctima acudiera a la Fiscalía. Ayer fueron detenidos tres sacerdotes y un laico en relación con estos hechos. La investigación no ha hecho más que empezar, pero ya se están recabando datos que apuntan a una red de pederastas, que incluso tendrían un nombre al uso mafioso, «los Romanones». Antes de que comenzaran los trámites judiciales, el arzobispo de Granada ya había apartado de sus funciones pastorales a algunos de los sacerdotes posiblemente implicados en los hechos, aunque sin denuncia de la víctima mayor de edad no es posible comenzar la persecución de estos delitos.

Esta actitud firme de la jerarquía eclesiástica es imprescindible para que los casos de abusos sexuales a menores por parte de religiosos no estigmaticen a la Iglesia como institución. El pederasta lo era ya antes de entrar en un seminario, y muy probablemente tome los hábitos para procurarse la suficiente proximidad con sus víctimas potenciales, como sucede con los pederastas que son maestros, profesores de Educación Física o monitores de campamentos de verano. Qué decir de los abusos a menores en su propia familia.

En todo caso, el abuso por sacerdotes resulta especialmente repugnante porque traiciona de manera absoluta la misión pastoral encomendada a quienes asumen el compromiso de difundir el Evangelio. Por eso, la jerarquía católica debe ser contundente en su reacción ante el más mínimo indicio de abuso sexual contra menores. La tolerancia ante este tipo de crímenes no puede tener cabida en un templo. Ya se encargará el Juzgado correspondiente de proteger la presunción de inocencia conforme a las reglas de la Constitución. A los obispos les incumbe aplicar las normas canónicas, establecer de inmediato un perímetro de seguridad en torno a la víctima, amparándola con su protección y apoyo, y retirar al sospechoso de cualquier labor que lo ponga en contacto con esta u otras víctimas. Y a continuación, colaborar activamente con las autoridades judiciales e informar a la opinión pública de sus decisiones. La Iglesia católica ha de asumir la especial sensibilidad que impera en las sociedades actuales sobre la pederastia cometida por sacerdotes, cuyos casos representan un porcentaje mínimo sobre el total y son denunciados tantos años después de cometerse que muchos han prescrito o son imposibles de probar. No importa, porque para un católico la pederastia por un sacerdote nunca puede prescribir.

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