Prietas las filas

GABRIEL MUÑOZ CASCOS

Me vienen a la memoria de vez en cuando —entre otras muchas cosas— canciones que he ido escuchando a lo largo de mi vida. Muchas me han dejado poco o ningún recuerdo; de otras me quedan los sonidos o los títulos. Hoy voy a valerme del título con el que encabezo este escrito —que pertenece a una canción juvenil de tiempos pretéritos— para denunciar ciertos acontecimientos que suceden en la actualidad en nuestra querida España, porque les viene «al pelo» el señalado título.

Allá voy. Veo prietas las filas: En el PP, PSOE e IU, eligiendo —tan ufanos— a los miembros del Consejo General del Poder Judicial en lugar de dejar esa facultad a los integrantes de la carrera judicial. En los empresarios de algunas salas de fiesta quintuplicando —sobre el autorizado— el aforo de las mismas, sin importarles el riesgo criminal que ello comporta. En muchos aficionados al fútbol, periodistas y algunos políticos empeñados en rebautizar a la selección española como «La Roja» ¿Qué hubiera pasado si, por ejemplo, el nombre elegido hubiera sido «La Azul»?

En algunas organizaciones sindicales que, en la época de oro de las comunicaciones, organizan «piquetes informativos» para insultar y agredir a quienes no les siguen. En aquellos que atacan indiscriminadamente a la Iglesia católica, levantando falsos testimonios y no reconociendo la inmensa labor social, cultural y de caridad que desarrolla en todos los ámbitos.

En los perceptores de millonarias subvenciones del Estado español que gastan el dinero a su antojo —incluso asando vacas— y rechazan cualquier tipo de fiscalización o intervención. En algunos catalanes (desde luego menos de los que ellos dicen) que, «catequizados» por los separatistas, hacen una charlotada con urnas de juguete sin importarles cometer delitos de desobediencia. En muchos políticos, hijos de la Gran Bretaña (y entre ellos Picardo) que —contra toda lógica— mantienen en Gibraltar la única colonia que queda en Europa.

En los promotores del aborto que se lamentan de la muerte de un gato o de un perro pero defienden —a capa y espada— el despiadado asesinato de un ser humano que no puede defenderse. ¡Qué pena!

Prietas las filas

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