LA VIDA COMO VALOR PRIORITARIO
MUCHOS miles de personas se manifestaron ayer en Madrid en defensa del derecho a la vida y en contra de la retirada del anteproyecto de ley. El Gobierno de Rodríguez Zapatero impulsó en su día una ley de plazos para el aborto bajo pretexto de un sedicente derecho de la mujer a disponer de su propio cuerpo. El programa del PP aseguraba de forma inequívoca su derogación y la aprobación de una norma respetuosa con la vida del nasciturus, en línea también con la jurisprudencia del TC. Pese a las resistencias internas, Alberto Ruiz-Gallardón puso en marcha ese nuevo texto, bloqueado antes de su remisión a las Cámaras, lo que provocó la dimisión del entonces ministro de Justicia, en un gesto poco habitual de coherencia política. Se trata, pues, de una cuestión moral, y así lo entendieron algunos responsables políticos del centro-derecha que se unieron ayer a la protesta.
Resulta muy significativo el rechazo que mostraron los ciudadanos congregados en defensa de la familia y la maternidad hacia la actitud del PP y hacia el propio Mariano Rajoy. Cuando están en juego valores éticos de máximo rango no es aceptable actuar en función de criterios tácticos o de cálculos electorales. «Cada vida importa», decía el lema de la convocatoria, y, en efecto, no estamos ante una cuestión de conveniencia o de oportunismo, sino ante un valor absoluto que forma parte de las señas de identidad del humanismo cristiano. El Gobierno debe reflexionar sobre esta materia desde el punto vista de los principios éticos y políticos, y sería absurdo entrar en guerra de cifras o en análisis sobre futuros comportamientos en las urnas. El derecho a la vida no puede en ningún caso ser moneda de cambio política o partidista.
