candidata a patrimonio de la humanidad

Medina Azahara, camino a la Unesco

La ciudad de Abderramán III busca el sello protector con el reto de mejorar su conservación y limpiar aristas urbanísticas

Medina Azahara, camino a la Unesco valerio merino

l. j. miranda

Sería cursi llamarla bella durmiente, que reposó muchos más años que cien, y porque además nadie dejó que tuviera su sueño en paz, sino que a cada rato se expoliaba la piedra de sus casas, los capiteles de sus edificios. Nada raro en la historia en que los restos de una pared sirven para levantar la siguiente, aunque hubiera sido la tapia más hermosa del mundo.

El meridiano de la historia, que un día la tuvo como capital y como el lugar del que dependía el equilibrio político internacional -eso que hoy se llama geoestrategia-, ha vuelto a fijarse en Medina Azahara, que ha empezado a enfilar las curvas del trabajo para ser Patrimonio de la Humanidad .

El término municipal dice que no hay que salir de Córdoba para estar en Medina Azahara, pero la distancia a la ciudad de 120 hectáreas que construyó Abderramán III como su capital de califa, y donde escenificó un poder asombroso, es mucho más mental que física, sobre todo para los cordobeses. En su recordada novela «El mozárabe», Jesús Sánchez Adalid sitúa cada capítulo en la fecha y el lugar, y distingue entre Córdoba y la que él llama Zahra. Son dos ciudades distintas, con sus murallas, sus alcázares, sus mezquitas aljamas y sus habitantes. En esta aparente debilidad, en esta comprensión que hay que remediar, puede estar también la fortaleza.

En Pompeya fueron las cenizas del Vesubio, en Medina Azahara las guerras civiles, la ambición de Almanzor y la debilidad de los últimos califas. El caso es que para el patrimonio el esplendor y el dinero no siempre son buenos para conservar el pasado: casi siempre ocurre que estabilidad y dinero borran las señales anteriores. Medina Azahara se empezó a construir en el año

La ciudad empezó a levantarse en el 936; las crónicas hablan de 6.000 sillares al día

936 y para 945 ya vivía allí Abderramán III, con un ritmo constructivo brutal. Las crónicas hablan de 6.000 sillares al día, y las evidencias hablan de que no sería demasiado exagerado. Se utilizó como corte califal hasta los últimos años del siglo X. Poco más de sesenta años. Luego llegaron saqueos y más tarde un expolio sistemático que llevó sus piedras por toda Córdoba, desde el vecino monasterio de San Jerónimo hasta cualquier casa.

Pero salvo algunos pequeños asentamientos puntuales, nadie vivió allí. Después, no hubo reconstrucción. La «ciudad brillante», que es lo que significa su nombre en árabe, desapareció al mismo ritmo que se había creado y a unos cuantos kilómetros, Córdoba quemaba con tranquilidad etapas de la historia.

Cuando en 1836 Al-Maqari identificó el lugar donde estaba la ciudad de la que hablaban las crónicas, nada había alterado su fisonomía. Desde el aire todavía se ve el dibujo fiel de Medina Azahara: un rectángulo imperfecto de 1.500 metros por 750, que dormía debajo de la tierra a la espera, como el arpa de Bécquer, de alguna mano que supiera interpretarlo. Nunca la palabra ruina fue menos exacta, ya que en su desastre estuvo también su salvación.

Una ciudad islámica intacta

En su conservación está el aval con el que Medina Azahara va ante la Unesco: una ciudad islámica intacta en Europa. Lo que Ricardo Velázquez Bosco comenzó a excavar en 1911 fue un viaje en el tiempo, y en la Unesco no hay muestras de nada así. Porque Medina Azahara no son sólo piedras, es también un paisaje idílico en el que se integra casi sin llamar la atención -salvo la hojarasca de las casas ilegales-.

Sin embargo, y por mucho que dentro de al menos tres años consiga la placa de bronce que lucirá a la entrada, todavía tendrá que ganarse esta «ciudad brillante» el derecho a ser cordobesa, como si no se le perdonara a Abderramán III que hubiera hecho su corte de califa tan lejos de ella. No han faltado esfuerzos de la Administración para ello. En 2009, tras una fuerte inversión de la Junta, la Reina Doña Sofía inauguró el Museo de Medina Azahara, un centro de interpretación que ayuda a comprender lo que se conocerá. La crisis o una cierta debilidad a la hora de vender el producto han hecho que Medina Azahara nunca haya vuelto a ser lo que fue en el año 2001, cuando la gran exposición «El esplendor de los omeyas cordobeses».

El yacimiento ha vivido a la sombra de las parcelaciones ilegales que crecieron en los años 90 con descaro en la Vega del Guadalquivir, y que amenazaron su paisaje. Más de 200 viviendas se surgieron como setas hasta que en 2003 el manto protector de las leyes patrimoniales se extendió casi al borde de la carretera de Palma del Río para impedir dos operaciones especualtivas: que siguieron floreciendo casas como malas hierbas y que cuajara un extraño parque temático entre chilabas y cajas registradoras. Las parcelas siguen ahí, y solución a su impacto se antoja complicada.

Medina Azahara, camino a la Unesco

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