EL NORTE DEL SUR

EL ZUMBIDO

RAFAEL ÁNGEL AGUILAR SÁNCHEZ

Tanta teoría sobre Córdoba como nudo de comunicaciones y resulta que un avión misterioso vuelve la ciudad del revés

PONGA un avión en su vida. En la ciudad de los prodigios todo es posible. En el Balcón del Guadalquivir sigue luciendo un DC-7 como un monumento a la incompetencia y a la mala suerte. Una vez, en las postrimerías del rosismo, porque era todavía rosismo aunque ya mandara Andrés Ocaña, una teniente de alcalde alzada hasta la cúpula del gobierno municipal por su don de gentes organizó una comitiva motorizada para transportar una aeronave desde el aeropuerto hasta una parcela situada justo enfrente de la portada de la Feria. Eran otros tiempos por más que Córdoba haya cambiado poco desde ese día. Bueno, entonces Nieto estaba todavía en la oposición y había un sueño vivo. El de la Capitalidad Cultural. El Ayuntamiento colocó el avión junto al puente del Arenal con toda la intención, que era darle vuelo a las opciones de que la ciudad se metiera en el bolsillo el reto de 2016 pero aquello acabó saliendo como salió. De modo que el DC-7 permanece donde lo dejaron para decirle dos cosas bien dichas a quien quiera escucharlo, que a estas alturas es poca gente. La primera que el tren de la Capitalidad pasó de largo. Y la segunda que el lugar del que salió el avión sigue sin tener tráfico. Aéreo al menos.

No hay ciudad en el mundo en el que los aviones seduzcan tanto y al tiempo sea tan difícil ver uno de verdad en el aire. O en la pista. Somos así: en Córdoba los plantamos en los jardines, a ver si crecen con el agua que le llega de los aspersores. Aquí hemos estado más de una semana dándole vueltas a la perdiz de qué leche era el ruido que zumbaba cada medionoche desde el Campo de la Verdad al Brillante. Teorías ha habido para todos los gustos. Rumores también. Vecinos que se asomaban al balcón en cuanto el reloj daba las doce y que atendían al cielo como si fueran a llegar los aeroplanos de los bombardeos. Especialistas, así de un día para otro, en la identificación urgente de la estela que deja un reactor o un cuatrimotor, en las rutas aéreas que surcan España de punta a punta.

Somos así. Un pueblo que tiene un aeropuerto en una zona que a poco que llueva se inunda. Un lugar en el mundo llamado a ser un cruce de caminos, porque está en el mismito centro de Andalucía, que por algo lo dicen sin empacho los manuales estratégicos a mano, a los que les falta añadir que se trata de un sitio que si de algo carece es de un puerto y que si no lo tiene es porque no está bañado por el mar. Tanto nudo de comunicaciones y vemos en el aire la estela de un motor o un piloto, escuchamos un zumbido y resulta que el personal no da de sí para alimentar el misterio. Córdoba busca en el cielo lo que le falta en la tierra; mira hacia arriba para no entretenerse demasiado en lo que hay a ras de suelo, no vaya a ser que el panorama le dé el día y la deje tan devastada y tan triste como ese avión del Balcón del Guadalquivir que nunca levantará un palmo de la tierra.

EL ZUMBIDO

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