Vamos a misa a la Mezquita

Vamos a misa a la Mezquita

POR GLORIA LORA SERRANO

SE conmemora por estas fechas el treinta aniversario de la declaración por la Unesco de la Mezquita-Catedral de Córdoba como Patrimonio de la Humanidad, elevada desde ahora al rango de Patrimonio de la Humanidad de Excepcional Valor Universal. Por otro lado, también se rememora y celebra el 775 aniversario de la fundación —aunque cabría hablar para ser más exactos de la restauración— de la sede de Córdoba. Ambas efemérides suscitan cierta reflexión.

A esta catedral, que fue la segunda mezquita más grande del mundo después de la de La Meca, la visitan más de un millón de personas cada año, cifra a la que se debe añadir la de los miles de fieles que acuden a celebrar los oficios religiosos. Estamos, pues, ante uno de los monumentos españoles que recibe más visitantes. Pero ni la importancia de este edificio, ni el número de personas que hasta él se acercan, explican los debates que desde hace décadas se han generado sobre su uso. Tales discusiones, a veces, enconadas, y que con puntualidad inglesa cada poco tiempo se presentan ante los ojos de la opinión pública son relativamente recientes, porque aún hay bastantes católicos cordobeses que de la manera más espontánea, porque así llevamos haciéndolo toda la vida, decimos «que vamos a misa a la Mezquita». Creo que la expresión posee un hondo significado y, desde luego, demuestra lo artificial de un debate que, por lo demás, tiene poco sentido, por cuanto por lo que se pleitea no debería ser materia de polémica.

No obstante, las gentes de esta ciudad, con el estoicismo que se nos atribuye, escuchamos o leemos la danza de argumentaciones y contraargumentaciones que pretende dar o quitar razones a los contendientes de un particular ring, donde se aboga por la conversión de nuestra catedral en un espacio ecuménico en el que musulmanes, judíos y cristianos, puedan celebrar sus particulares ritos religiosos. Como el objetivo de esta columna no se centra en el análisis de tal proposición, no voy a entrar en su comentario, aunque al menos sí que quiero recordar que ni en los pactos que establecieron los musulmanes con los vencidos visigodos, ni en la legislación islámica, se contempló la posibilidad del uso indiscriminado o conjunto por la población de ningún recinto sacro, ya fueran mezquitas, ya templos cristianos anteriores a la invasión del 711.

En los últimos tiempos ha estallado una nueva controversia, centrada en la reclamación por parte de ciertas instituciones o colectivos, de la titularidad pública del inmueble que hace ya muchos siglos Fernando III entregó al obispo y al Cabildo Catedral. El argumentario es tan variado como inconsistente, pero no estaría de más recordarles el contexto histórico en el que se produjo la merced.

El proceso de la Reconquista tuvo, desde sus mismos inicios, una doble vertiente, política —en cuanto que se trataba de recuperar las tierras del antiguo reino de Toledo, de las que los monarcas castellano-leoneses se consideraban sus legítimos herederos— y religiosa, pues también se pretendía restaurar la fe, la organización eclesiástica y los lugares de culto. En consecuencia, los poderes cristianos, una vez conquistadas las tierras del Islam andalusí, iniciaron el proceso de organización civil, que completaron a continuación restaurando o creando nuevas diócesis.

Por su parte, desde el primer cuarto del siglo XIII, Roma quiso implicarse más profundamente en esta secular lucha contra al-Andalus. Por ello en 1218 Honorio III puso a Fernando III bajo su especial protección Pero mucho más eficientes fueron las bulas que se concedieron a los que contribuyesen —tanto económica como militarmente— en las tareas reconquistadoras, porque les otorgaban las mismas indulgencias que alcanzaban los cruzados que marchaban a los Santos Lugares. Y, desde luego, muy eficaz resultó el traspaso a la monarquía castellana de parte de los abundantes recursos económicos que poseía la Iglesia. La concesión de Gregorio IX en septiembre de 1236 de 20.000 aúreos al rey que el 29 de junio de 1236 había conquistado Córdoba para la Cristiandad hay que insertarla en esta política.

La forma más común que utilizaron los reyes para proteger a los nacientes o recuperados obispados fue por medio de sustanciosas donaciones de bienes que, en su mayor parte se habían conseguido en el proceso reconquistador y que le pertenecían por derecho. Además, les otorgaron privilegios y exenciones. En cuanto a su conducta en lo que atañe a la concesión de las mezquitas aljamas hay que advertir que fue diversa. Por ejemplo, Alfonso VI permitió a los moros de Toledo, tras la caída de la ciudad, el control de su aljama. Fue una disposición harto sorprendente para la opinión del momento y mal entendida por cierta parte de los conquistadores cristianos, que aprovecharon su ausencia para convertir el más emblemático edificio de la antigua ciudad musulmana en catedral de Santa María. Por el contrario, bastantes de sus sucesores, entre otros su nieto, Alfonso VII el Emperador, o el bisnieto de éste último, Fernando III, decidieron transformar las aljamas en iglesias cristianas de diverso rango.

Su comportamiento no sólo se ajustaba a las normas del derecho, sino a la mentalidad del momento, que vio en Fernando III al auténtico miles Christi —que sirve a Cristo contra los enemigos de la fe— y al perfecto cruzado. Desde esta perspectiva fue el Espíritu Santo el que promovió y guió sus campañas guerreras, que en ciertos momentos, caso concreto de la que culminó con la toma de Córdoba, estuvo al margen e incluso en contra de la prudente actitud de sus consejeros. Y como cruzado, pero especialmente como rey de Castilla, determinó que antes que el pendón real entrara en Córdoba, lo hiciera la cruz, y que posteriormente la antigua mezquita aljama fuera purificada y consagrada como iglesia en honor a la Virgen María Madre de Dios pues no es hasta 1239 cuando el templo adquiere rango de catedral. Al día siguiente de la consagración de la iglesia, 30 de junio de 1236, Fernando III entró en la antigua capital califal. La recompensa de Roma no tardó en llegarle de manera que don Lope de Fitero, su candidato, fue consagrado en noviembre de 1238. Se culminó de esta forma la primera fase del proceso de restauración eclesiástica.

Aljama cristianizada

Pero era necesario dotar económicamente a la nueva sede, ya que sin un respaldo material no podría subsistir. La documentación muestra la extraordinaria magnanimidad del Santo Rey, que concedió al obispo y Cabildo rentas que pertenecían a la Corona, bienes inmuebles en la ciudad y su territorio, la villa de Lucena, los castillos y villas de Tiñosa y Bella, heredades en Jaén... Del recinto de la antigua mezquita aljama, ya había tomado posesión la tarde del 29 de junio de 1236 el obispo que presidió la ceremonia de consagración. Por tanto, desde hace muchos siglos, la aljama cristianizada está en las manos de la Iglesia de Córdoba, bajo su atenta custodia y cuidado, según acaba de reconocer precisamente la Unesco. Un mantenimiento que supone una ingente cantidad de dinero, cifrada en unos 20 millones de euros en los últimos ocho años, y un gran esfuerzo, que todos debemos agradecer.

Y un último apunte: gracias a su inmediata conversión en catedral cristiana la antigua mezquita de Qurtuba no ha corrido la desgraciada suerte de otros emblemáticos edificios de la capital del Estado Omeya de al-Andalus, como Medina Azahara. Lo recuerdo siempre que voy a misa a la Mezquita.

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