VIDAS EJEMPLARES
QUIERO MÁS
Lecciones para un país de una tonadillera encarcelada
RARO será quién no haya vivido algún caso en su entorno. En especial antes del reventón del 2008, con el abrupto final del somos ricos. Vidas confortables estragadas por la ponzoña del quiero más y del vacío interior. Un cóctel de envidia, codicia y materialismo yonqui, que muchas veces hasta acaba en enfermedad, en la legión doliente del Tranxilium y el Trankimazin. El hombre tiene un Seat espacioso, que va como un tiro. Ya no mola. Un poco patillero, ¿no? Así que no para hasta que llega un A7 atado a un crédito soga. Y ya subido al súperbuga, qué bajón vivir en un adosado, cuando un poco más abajo están los chalets exentos de la urbanización, que hasta tienen piscina individual, y un cacho de prado en el porche, donde podría plantar un cerezo japonés bien guapo. Vacaciones de verano. ¿Al pueblo como mis padres? ¿Yooo? Qué va colega, qué va. Yo, a Orlando. Que los críos conozcan la auténtica Disneylandia, no la chunga de París, que hace un frío que pela. Aquella chupa de Zara no estaba mal, tienes razón, pero mira qué pasada esta Belstaff que me he pillao, y no te creas, tampoco me ha salido tan mal de precio, que va. Oye, y el sábado a ver si vamos a ese que os han dicho. Sí, el sitio nuevo, el del tío que estudió con Adrià y que le han dado otra estrella. Bueno, te dejo, que me llaman, que empieza el focus group para un consulting con unos partners peruanos.
Quiebra, ansiedad y pastillas. O quiebra, desfalco y cárcel.
No fueron solo los políticos. Fue toda una sociedad incapaz de escuchar la conclusión clarividente de Pascal: «Todos los infortunios de los hombres se derivan solo de una cosa, de no saber quedarse tranquilos en una habitación». A Isabel Pantoja le rebanaron la infancia y ha trabajado lo que pocos. Criada en una familia de flamencos, a los siete años ya hacía sus pinitos por los tablaos. Su prodigiosa voz, una cara agradable y su sentimiento en el escenario la convirtieron en una estrella, incluso cultivando un género ya tan improbable como la copla, que contribuyó a reflotar. Viajes, hoteles, grabaciones, rodajes. Y antes, una pasado de fonda, sueño y furgoneta. Pero llegó el premio. A puro pulso, logró convertirse en una diva, de las de la liga de finca, Mercedes y paparazzis. Un millón de discos vendidos con el homenaje al marido que se llevó Avispado, aquel toro revirado y cruel. Una tragedia atroz. Pero tras el drama, el consuelo de una vida resuelta y toneladas de cariño del público. La hora de estarse quieto una habitación. Pero quiero más. Al diablo con Pascal. Quiero más. Un romance tardío con un gañán. Y más dinero. El delito no puede ser una barrera. Yo me lo merezco. Además, robar al Estado no es robar.
Entra en la cárcel la reclusa Pantoja Martín, fiel a sus gafas ahumadas. Metáfora menor y folclórica de un país venido a más, que en algún recodo de la bonanza extravió su guía moral. Ministros, toreros, presidentes de clubes de fútbol de campanillas, tonadilleras, tesoreros, líderes de la patronal, banqueros… Todos duermen en los presidios de España, solo por haber sido incapaces de recordar que la felicidad no consiste en atesorar más, sino en disfrutar con un poco menos.