LA DUQUESA
Logró preservar al mismo tiempo la grandeza patrimonial y cultural y la relevancia social de la Casa de Alba, y a la vez fue capaz de hacer su vida como quiso hacerla
CAYETANA de Alba llegó a ser reconocida como «la duquesa» sin necesidad de tener que especificar el nombre de su título. Esa es la mejor demostración de cómo logró hacer dos cosas aparentemente contradictorias, que en realidad fueron complementarias. La decimoctava duquesa de Alba logró preservar al mismo tiempo la grandeza patrimonial y cultural y la relevancia social de la Casa de Alba, y a la vez fue capaz de hacer su vida como quiso hacerla, sin las ataduras que podrían imaginarse en quien tenía su posición social. Supo convertir esas supuestas ataduras en su punto de fuerza.
En los tiempos de Cayetana Alba los grandes títulos españoles han tenido como titulares a mujeres. Era el caso de Medina Sidonia, Medinaceli y Santa Cruz, y sigue siéndolo en el ducado de Osuna. Y alguna de ellas, como la «duquesa roja», pretendió ser rompedora y con ello solo logró hacer de su ducado algo irrelevante. Puede decirse que «la duquesa» ha sido Cayetana, probablemente porque la Casa de Alba es la única de las grandes casas nobiliarias españolas que ha logrado mantener casi íntegro su legado rico patrimonial. A ello ayudó mucho el que durante generaciones los titulares del ducado de Alba tuviesen pocos hijos y el patrimonio no debiera dispersarse. Eso le permitió, por ejemplo, mantener abiertos tres grandes palacios en las tres capitales más vinculadas a ella y a su familia: el de Liria, en Madrid, que mandó construir el duque de Berwick cuando era embajador en Moscú, y que tras ser arrasado durante la Guerra Civil española fue reconstruido con todo detalle por el padre de Cayetana, Jacobo Fitz-James Stuart y Silva; el de Monterrey, en Salamanca, donde tiene su origen el título principal de la familia, que en realidad es duque de Alba de Tormes; y el de Dueñas, en Sevilla, la ciudad favorita de la duquesa, en el que ha fallecido.
Cayetana de Alba se dio a sí misma, y a su Casa, un papel en la España de su tiempo. Durante la Transición supo ocupar un lugar relevante atrayendo a su entorno a políticos del PSOE y de la UCD. Y en todo momento se mantuvo cerca de las clases populares. En ese sentido, una mujer que fue bautizada en la capilla del Palacio Real de Madrid, siendo sus padrinos en la pila bautismal los Reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, también fue émula de su antepasada la decimotercera duquesa de Alba, Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo, la amiga de Francisco de Goya, de los toreros y los cantaores, la que gustaba de vestirse de maja y salir de incógnito a la noche madrileña. Quizá por tener esa personalidad es por lo que la duquesa de Alba ha muerto rodeada del afecto de muchísimos españoles. También ella deja un gran legado.