PERDONEN LAS MOLESTIAS
ACTO DE CONTRICIÓN
A Ricardo Rojas y Salvador Blanco les dio un ataque de honestidad poco común en la entrevista del pasado domingo. Una «rara avis»
SUPONGAMOS que sienta usted a dos políticos convencionales en la terraza de una cafetería. El contexto es el que es: la credibilidad del sistema en caída libre y una atmósfera eléctrica de animadversión hacia los representantes públicos de nuestro país. Es en ese momento cuando puede acercarse una ciudadana corriente y moliente y cantarle las cuarenta a los dos señores encorbatados que aún no han vaciado el azucarillo en el café. Hace apenas unos años una escena como esta hubiera sido una extravagancia. Hoy, en cambio, encaja como un guante en la realidad vidriosa de cada día.
A Ricardo Rojas y Salvador Blanco los citamos la semana pasada para reflexionar sobre el terremoto político que se avecina. Ricardo Rojas es concejal desde 1987 y Salvador Blanco fue teniente de alcalde ya en 1979. Quiere decirse que encarnan a la perfección el perfil del político instalado. Por los trienios que figuran en su biografía institucional y por pertenecer a los dos partidos que han administrado el juego democrático en los últimos 35 años.
No es fácil ponerse hoy en la diana del hartazgo ciudadano. Lo que sugiere el sentido común cuando arrecia el temporal es colocarse a salvo del aguacero. De esa forma se hubieran ahorrado que una ciudadana los reconociera tomándose un café y les soltara un rapapolvo de tres pares de narices. Ricardo Rojas y Salvador Blanco aguantaron el chaparrón sin abrir la boca. En los apenas 45 segundos que duró la soflama no hicieron ni el amago de protegerse de los golpes.
Ese pequeño detalle aparentemente insignificante revela hasta qué punto los políticos de a pie de calle son conscientes del tsunami que se les viene encima. Y evidencia también cierto asentimiento con la bronca ciudadana de que son objeto un día sí y el otro también. Por ese lado, podemos decir que Ricardo Rojas y Salvador Blanco hicieron un ejercicio de autocrítica poco común. Diríamos que nada común. Lo cual eleva la entrevista al rango biológico de «rara avis».
Para ello han tenido que confluir una crisis económica de caballo (usando la expresión popular del señor Blanco) y un rosario incesante de casos de corrupción y prebendas políticas muy poco edificantes. Pero hay más. Por primera vez en la democracia el cabreo generalizado amenaza con materializarse en forma de escaños contantes y sonantes y hacer añicos la hegemonía de que ha disfrutado el bipartidismo que nos gobierna en cómodos plazos de cuatro años.
El dato no es menor. La experiencia demuestra que cuando uno está a punto de perder la silla suele caer preso de un ataque de honestidad sin precedentes. No es que ambos políticos locales no intentaran echar balones fuera a lo largo de una conversación que duró algo más de una hora. Eso va en el pedigrí. Pero sí es cierto que en dosis mayores a las habituales entonaron el mea culpa en gran parte de la entrevista.
Tenemos falta de credibilidad y doble vara de medir, dijo el diputado provincial Salvador Blanco sin alterar un músculo de la cara. Los parlamentarios y los senadores tienen privilegios, admitió Ricardo Rojas sin pestañear. Son dos ejemplos del ataque de sinceridad del que le hablamos. Usted dirá (con razón) que al fin y al cabo son dos evidencias tan indiscutibles que podrían divisarse desde el satélite del Meteosat. Cierto. Pero, hasta hoy, los políticos convencionales no las han visto ni aunque las hayan tenido a un palmo de distancia. Ya decimos. El miedo a perder el machito obra milagros.