PALESTINA, DECLARACIÓN PRECIPITADA

La declaración de ayer del Congreso no acerca la paz a Palestina. Alguien ayer debió preguntarse, antes de votar, si se puede poner un Estado en manos de un grupo terrorista

EL Congreso de los Diputados aprobó ayer por unanimidad una proposición no de ley que insta al Gobierno al reconocimiento del Estado palestino, en un momento histórico que desaconsejaba el paso dado por el Partido Popular y el PSOE. Esta declaración parlamentaria no es insólita en el ámbito europeo, ni quebró el tradicional apoyo español al principio de dos Estados, pero ejecutó un salto cualitativo en el enfoque del conflicto entre israelíes y palestinos precipitado e inoportuno. Pocas horas antes del respaldo unánime a la iniciativa a favor del Estado palestino, unos terroristas palestinos asaltaban una sinagoga y asesinaban a cuatro judíos. Las condenas de rigor por este criminal atentado no alteraron el guión del Congreso, pese a que los asesinatos cometidos por los terroristas fueron jaleados por el Gobierno de Hamás, la organización terrorista que controla Gaza. Pero la inconveniencia de esta declaración parlamentaria no se basa solo en su coincidencia con el atentado en Jerusalén. El verano pasado, el Estado de Israel sufrió una agresión continuada mediante el lanzamiento de decenas de cohetes desde Gaza, a la que el Gobierno del Tel-Aviv respondió con puño de hierro, incurriendo sin duda en excesos que costaron la vida a civiles inocentes, mezclados por los terroristas con sus actividades criminales. Por eso resultó especialmente difícil de entender que el Partido Popular, estando en el Gobierno, sume sus votos a los de quienes ponían a Israel al mismo nivel terrorista que Hamás.

La declaración de ayer no acerca la paz a Palestina. Alguien ayer debió preguntarse antes de votar si se puede poner un Estado en manos de un grupo terrorista que no dudó en mostrar su satisfacción por la masacre de la sinagoga de Jerusalén. Además, esta declaración debilita la posición de Israel ante la opinión pública europea, porque supone un juicio condenatorio, desde el punto de vista histórico y moral, contra el Gobierno de Tel-Aviv. Los grupos parlamentarios evitaron en el texto pactado fijar condiciones expresas a los palestinos, por elementales que fueran, como la renuncia al terrorismo, el respeto al Estado de Israel y la organización democrática. La referencia buenista a la negociación entre ambos bandos carece de cualquier contenido político persuasivo. Las democracias occidentales no están en condiciones de debilitar a su mejor y más fiable socio en Oriente Próximo, allí donde su vecina Siria se desangra en una guerra civil de la que saca provecho el creciente Estado Islámico, que se expande por el Sahara y en el Magreb, sigue masacrando en Irak, busca consolidarse en Libia y pugna por entrar en Egipto y Jordania. Por muchas razones, no era este el momento de obviar que el problema de los palestinos más que Israel, es el terrorismo islamista que campa en Gaza con el nombre de Hamás.

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