Teatro

Verso de oro

Verso de oro ABC

M. Á. DE ABAJO

Como recuerdo al desaparecido director Miguel Narros, Producciones Faraute ha presentado en el Gran Teatro «La dama duende», de Calderón de la Barca, según dirección del citado maestro Narros y versión de Pedro Víllora.

La obra corresponde a la primera etapa de Calderón, estrenada en 1629, y se inscribe en el género de enredo y capa y espada. El argumento desarrolla los intentos de una mujer, viuda, por estar cerca del hombre que ama, lo que permite desarrollar a Calderón una trama tejida con múltiples hilos y acciones sazonadas con humor, erotismo y misterio, trama barroca que teje y desteje a la perfección el dramaturgo, desafiando los convencionalismos de lo lógico y la razón, haciendo creíble lo inverosímil, gracias a la teatralidad de las situaciones.

El público sigue la acción con una permanente sonrisa gracias a las situaciones enrevesadas en las que se meten los personajes. La puesta en escena goza de un ritmo ágil a tono con la vivacidad de las acciones. La dirección escénica, no se dice en el programa quién está supervisando las trazas originales de Narros, ha impreso a los actores un trabajo en línea con dicho ritmo, pero también, para que el verso sea más cercano al espectador, un modo de interpretar que, dando intención a la palabra, a veces, traiciona la música de las estrofas, lo cual rompe, en ocasiones, la magia barroca del verso. Parece como si los actores quisieran dar a entender que el verso no fuera verso. De todas formas, en general, el reparto está a la altura de la complejidad del texto y recibió un merecido aplauso al final.

Plásticamente, el espectáculo está cuidado (salvo la caracterización, un tanto desatendida) y es de gran belleza, aunque no se indica en el programa de mano información sobre diseñadores ni técnicos. Las luces juegan un gran papel ambiental en toda la función, con unas iluminaciones muy pictóricas y atmósferas evocadoras de la pintura barroca. Así mismo, la escenografía envuelve y da teatralidad, gracias a elementos versátiles que permiten sugerir diversos espacios con ágiles movimientos de la maquinaria. Respecto al vestuario, sigue modelos más historicistas el de los hombres, pero no tanto el de las mujeres, más estilizado, si bien, el resultado global de los figurines es elegante y sobrio.

El teatro del siglo de oro, su riqueza y complejidad, debería estar más a menudo presente en los escenarios… y en las escuelas, sobre todo en las escuelas que forman a los actores. ¿Sabe el lector que el actual plan de estudios (Bolonia) ha eliminado de los programas de Arte Dramático una asignatura que estaba dedicada a esta dramaturgia, al estudio y representación del verso del siglo de oro? Pues sí. A los actores españoles ya no se está obligado a enseñar la interpretación del verso de los autores españoles del siglo de oro. Un oro que aprecian en toda Europa, menos en nuestros planes de estudios.

El querido y recordado maestro Miguel Narros dejó muchas y buenas direcciones dedicadas a esta dramaturgia, gentes así y productores como Celestino Aranda, mantienen viva la belleza y la inteligencia de estos textos, que, como se vio el sábado, hicieron gozar al abarrotado Gran Teatro.

Verso de oro

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