Poder podemos, pero da mucho vértigo arrimarse
Los capitanes de la emergencia política nacional, los que suben y suben en las encuestas, están fascinados con lo que ocurre en Venezuela. Pasen y vean
Francisco Ameliach, gobernador de Carabobo acaba de crear una línea de teléfono para que se denuncie a quien reniegue de la causa bolivariana. Con esta legión de soplones ya se puede confeccionar una lista negra de «sospechosos» de desafecto al régimen chavista, un credo que no admite herejías ni apostasías y que pone entre rejas al líder de la oposición que se atreva a asomar la cabeza. A imagen de los temibles CDR cubanos, «espías», «traidores» y «quitacolumnistas del capitalismo» pueden ser denunciados con nombres, apellidos, dirección y presuntos delitos cometido. Es sencillo, basta con marcar el 0416-9425792 o escribir una líneas delatoras a denunciainflintradospsuv@gmail.com para que el sistema caiga sobre esa persona.
Este nuevo «tele-soplón», se une a otras herramientas de represión y purga políticas, organismos que parecen salidos de una historieta de «Los héroes del pueblo» (el mejor cómic soviético) por lo pomposo, chistoso y perifrástico de su nombre. Así, el «Correo del Orinoco» informaba que el Órgano Superior para la Defensa Popular de la Economía creaba la inquietante etiqueta digital y telefónica 0800-SABOTAJE, para que el pueblo denuncie el «sobreprecio, la venta ilegal y la especulación» que vean en los comercios. Sin garantía legal, sin pruebas y al margen de los cauces convencionales que el derecho internacional ha estandarizado. El chivatazo de corrala se hace ley en la Venezuela bolivariana, el régimen que ha creado el viceministerio de la Suprema Felicidad Social del Pueblo, el Instituto para la Defensa de las Personas en el Acceso a los Bienes y los Servicios, dependiente del Ministerio del Poder Popular para la Alimentación, entre otros neologismos de boina revolucionaria, hoz y martillo.
Algunos de estos cachivaches políticos tienen unas ínfulas tan irrealizables que los convierten en ridículos. Paradigmático en este apartado de necedades pomposas es parte del «Plan Patria (2013-2019)», que al comandante Chávez no le dio tiempo a aplicar pues se murió unos meses antes de su arranque y que, entre otros aleluyas, perseguía «contribuir al equilibrio del universo, garantizar la paz planetaria y salvar a la especie humana». Este afán redentorista es el sopicaldo con el que el populismo se ha hecho un hombretón en
Venezuela. Todo, hasta las estrellas está al servicio del chavismo. Así nació la iniciativa gubernamental «El sol saldrá ahora para todos», un mero cambio de huso horario que se vendió como una bendición astral con la que el régimen terminaba con las tinieblas de la noche. La luz ha durado siete años, porque Maduro se replantea ahora volver a cambiar la hora.
Y entre tanta «suprema felicidad social»... la realidad: cíclicas cartillas de racionamiento, desabastecimiento en las tiendas (hay escasez hasta de papel higiénico, cuando no falta el café o el azúcar), el líder de la oposición encarcelado, inflación del 40%, 15.000 asesinados en las calles cada año y cinco ciudades entre las cincuenta más peligrosas del mundo.
«Venezuela es un ejemplo para el mundo», afirmó hace dos telediarios Iglesias, el desde el sábado secretario general de la emergencia política nacional, esa que al parecer arrasa en las encuestas.
Poder podemos, pero da vértigo arrimarse a ese hipotético futuro sin que a uno se le quede la cara del Estado donde manda Ameliach.