EL PRECIO DE LA GASOLINA, BLINDADO
LA fuerte caída del petróleo no se está reflejando de igual forma en los surtidores de las gasolineras, con el consiguiente perjuicio para los conductores, demostrando, una vez más, los efectos del oligopolio que controla los combustibles. Desde el verano, el barril de crudo ha bajado más de un 30 por ciento, situándose por debajo de los ochenta dólares, mientras que la gasolina se ha abaratado poco más de un 5 por ciento, rondando los 1,3 euros por litro. Esta divergencia constata los defectos, cuando no ya irregularidades, de este particular sector, puesto que el combustible sube como un cohete cuando el petróleo se encarece, pero baja como una pluma cuando cae. El problema de fondo no es otro que la política de las grandes petroleras, cuyas prácticas limitan la competencia y dañan al consumidor.
Las gasolineras están concentradas en muy pocas manos, a diferencia de otros países europeos, propiciando un encarecimiento mayor. No por casualidad, el precio de la gasolina en España antes de impuestos es el cuarto más alto de la UE y el sexto más elevado en el caso del gasóleo. Y la razón no es otra que los amplios márgenes comerciales de las empresas, muy superiores a la media europea, con una diferencia de entre cuatro y nueve céntimos más por litro que Alemania o Francia. Y todo ello sin contar que los organismos reguladores han denunciado en numerosas ocasiones un irregular alineamiento de precios entre distintos operadores. El Gobierno debe actuar para impulsar una mayor competencia en el sector y, sobre todo, garantizar la transparencia en la formación y fijación de los precios minoristas con el fin de que la caída del petróleo se traslade de forma más rápida e intensa al surtidor y, por tanto, al depósito.