EL NORTE DEL SUR

MILLONES

RAFAEL ÁNGEL AGUILAR SÁNCHEZ

La propensión genética a apropiarse de lo que no está al alcance perdura con firmeza granítica

LO importante son los millones. Salgan de donde salgan. Los gane uno, les caigan del cielo o los robe como sea, como pueda, como la malicia y la astucia le dé a entender. La pasta es la pasta. El ser humano ha aprendido muchas cosas desde el principio de los tiempos, pero desde luego que la propensión genética a querer apropiarse de cualquier cosa que le sea ajena, y si es cash mejor que mejor, ha perdurado con una firmeza granítica. Resulta que es martes por la mañana y hay un grupo de elite de la Guardia Civil ahí husmeando entre los papeles de la Diputación fechados entre 2003 y 2010, que tiene tela la cosa. Y resulta que no acaba el día sin que salte la noticia de que la trama, «Enredadera» la han bautizado, viaja en Alta Velocidad: que hay un tipo con cargo de nivel en la estación del AVE que se ha tenido que quitar los galones cuando el funcionario de guardia en la prisión le ha pedido que se ajuste los grilletes.

La historia es que meter el hocico, o la mano, en la caja viene a ser como una seña de identidad y hasta casi como un signo de distinción. Hablamos de seres humanos. Hablamos de España. Pura selección natural: en ciertos ámbitos ser un funcionario honrado pone en riesgo la mismita supervivencia. La del sistema, la de uno mismo. Quien no manga no es nadie, sólo un pobre hombre. Ya lo dice la sabiduría popular: trabaja el que no sirve para otra cosa, porque lo suyo es ser un tipo espabilado, saber quién maneja la manteca, conocerle el halago que prefiere y darse a su práctica metódica.

Esta gente de las mordidas no se recrea en el trapicheo de los billetes, de los maletines, de las facturas así por ponerle a la nómina el lacito de un complemento agradecido, un plus de la mangancia y de la poca vergüenza como si dijéramos, porque la pasta ya no es pasta cuando entra en su circuito sucio. La pasta, en sus manos, ha perdido entonces su cualidad digna, que se resume en que la prole se pueda llevar la cuchara a la boca. Con esta casta de avaricia sin fondo el dinero adquiere la consistencia viscosa de las alacenas de los bancos de favores, del don de la influencia, de la regalía y de la prebenda.

El dinero es el espejo mentiroso en el que los humanos se miran para que les diga que han llegado a ser alguien. Llueven los millones en los alrededores del centro de salud Carlos Castilla del Pino y aquello se llena de fantasmas. Otra vez. Ay. Qué haría yo con once millones de euros, se pregunta el personal. Por el vecindario pulula una legión de «semimillonarios», valga el término, de tipos que vieron al vendedor convertido en estrella mediática y que estuvieron a punto de comprar un boleto. Los mostradores de la avenida de Arroyo del Moro saben, y tela, de lo que un premio de los gordos podría haber hecho con su clientela, que desde que se supo expulsada del paraíso de la abundancia por un puro despiste paga la caña cavilosa y se aleja taciturna. Lo que olvida es que su vida seguiría siendo la misma.

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