VIDAS EJEMPLARES

SÁNCHEZ LO VE

LUIS VENTOSO

El líder del PSOE ha encontrado la solución al desafío separatista

PEDRO Sánchez, madrileño de 42 años, economista, mayor de edad y en pleno uso de razón, ha encontrado la solución para el complicado problema del separatismo catalán. Antes de entrar en su propuesta, un resumen mínimo del envite. Artur Mas ha establecido unilateralmente, porque así lo decidió un buen día hace tres años, que su comunidad debe independizarse de España. Como primer paso para ello exige un referéndum separatista, que a día de hoy es ilegal, según las leyes democráticas que nos obligan a todos. Además, el señor Mas ha movilizado toda la maquinaria del poder autonómico para difundir la idea de la ruptura, invirtiendo cantidades multimillonarias de dinero público en propaganda independentista. Por su parte, su compañero de desafío, el señor Junqueras, un individuo tan poco fanatizado que días atrás rompió a llorar en una radio con la emoción que le produjo hablar de la independencia, exige que se ignore directamente todo principio legal español y se declare ya la república catalana.

Ese es el problema que afronta el Estado democrático. Vamos ahora con la solución del señor Sánchez. En primer lugar, como marco general, hay que superar el rancio inmovilismo de Rajoy y permitir que los dirigentes separatistas vulneren la ley cuando quieran y como quieran. Pues según sentenció ayer el señor Sánchez, en una frase que liquida el derecho que rige en Occidente desde los romanos, «no es el momento de los tribunales». En segundo lugar, el asunto se arregla «dialogando» y con «una reforma federal de la Constitución».

Vamos a imaginar que gobierna el señor Sánchez y puede aplicar su fórmula para arreglar el problema separatista. Diálogo, claro que sí. Sánchez se sienta con Mas y le ofrece una reforma de la Constitución llamando «nación» a Cataluña, un modelo de financiación que la primará a tope, detrayendo dinero a las otras comunidades; una reforma del Senado, que será la cámara territorial; y la recuperación de la versión inconstitucional del Estatut. ¿Qué pasa entonces? Pues que Mas le dirá que todo eso le parece muy bien, pero que estamos en otra fase y él exige además un referéndum de independencia. Junqueras le responderá directamente que él no quiere ni un referéndum, lo que quiere es la independencia, y ya.

Como «no es el momento de los tribunales» y hay que dialogar, Sánchez, con su mejor telesonrisa, le da un gran abrazo al bueno de Artur, le dice que sí a todo –porque en eso consiste el diálogo según Mas– y le ruega transmita sus más afectuosos parabienes a Junqueras. Madrileños, gallegos, asturianos, valencianos y andaluces aplauden extasiados la gestión de un presidente que ha decidido que son ciudadanos de segunda respecto a los catalanes. Junqueras y Artur celebran que por fin hay diálogo y proclaman la independencia, porque los tribunales y la ley ya no operan en Cataluña. España desaparece como tal y Sánchez brinda con cava en la prensa global entre un mar de confeti.

Aunque nada tiene que ver con lo anterior, un raro reflejo de la memoria me refresca una frase del viejo Montaigne: «Nadie está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con énfasis».

SÁNCHEZ LO VE

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