«Excmo. y Muy Honorable Señor Presidente de la Generalidad Catalana»
Como español lamento y sufro la pertinaz osadía de sus proyectos de adquirir unilateralmente la independencia catalana. Pero como hombre de Estado lo admiro por su amplia visión de cómo funciona el Gobierno actual. Su excelencia sabía, por multitud de casos de corrupción de políticos que se «marchan de rositas», que no se atreverían a juzgarlo a pesar de los delitos de desobediencia al presidente del Gobierno, al Tribunal de la Audiencia y al Tribunal Constitucional, añadiendo, además, el desprecio a la Constitución. Nadie de estos organismos se ha atrevido a imputarlo por el desafuero de llevar a cabo —a su capricho— el referéndum, la consulta o como quiera llamarlo del 9N, para iniciar los primeros pasos de una independencia oficiosa, pero al fin y al cabo es independencia.
No sé si su excelencia ha tenido en cuenta que, con su actitud, con su valentía y con su osadía les ha allanado el camino a los vascos y gallegos; cuando estos se hayan dado cuenta de que con una mano izquierda —como la del torero Tomás— y unos «riñones» como los de su excelencia, ellos pueden lograr lo mismo. Con su mano izquierda y su poderío político seguro que ha conseguido que el Gobierno, a corto y medio plazo, sufra una verdadera pesadilla para defender la soberanía total de España.
Quiero que sepa que le he repetido tantas veces el tratamiento de excelencia porque en una carta al director de un periódico el autor lo ridiculizaba llamándolo Arturito y otras frases de desprecio por la locura impensable que quería cometer. Ni se le puede llamar Arturito ni despreciarlo, de ninguna de las maneras, porque con su tesón ha conseguido lo que se había propuesto. Como español sufro y rechazo el 9N, pero a cada cuál lo suyo: «Al Cesar lo que es del César».