PECADOS CAPITALES

CHERCHEZ LA FEMME... DE LA PÚNICA

MAYTE ALCARAZ

Últimos años ochenta. Un cargo socialista y su esposa reciben en casa a empresarios y alcaldes de PP y PSOE. Almuerzos para no olvidar

LA operación Púnica, como antes el escándalo de las tarjetas opacas, ha abierto en canal los intestinos del Madrid más oscuro. Y destapado las complicidades inconfesables entre cargos públicos de PP, PSOE e IU, entregados a la impostura de guerras mediáticas mientras se repartían dádivas de empresarios indecentes en largas sobremesas. Una de las anfitrionas de esos almuerzos de manteles de hilo y lenguas largas era entonces pareja de un socialista relevante, con mando en plaza en la Comunidad de Madrid durante los últimos ochenta y primeros noventa. Hoy –cherchez la femme– de aquel matrimonio solo queda un divorcio, y la privilegiada testigo de estas reuniones, cuyos secretos valen más que lo que costó el proyecto del Metronorte al Gobierno de Esperanza Aguirre, tiene otra pareja que –oh casualidades– también mandó mucho en el PP. Arrimar la oreja a las confidencias que hace esta dama es una golosina para los gourmets del periodismo: habla y no calla sobre aquellas interminables reuniones, donde se sentaban en amor y compañía alcaldes socialistas y populares con empresarios de postín –¿les suena David Marjaliza?– para hablar de lo divino, de lo humano y de los contratos públicos donde se ventilaban miles de millones de euros.

La «peña» de compañeros –cómo compañeros, casi hermanos– de aquellas veladas no distinguía colores ni siglas: responsables de Valdemoro, Torrejón de Velasco, Casarrubuelos, Parla, Serranillos del Valle y otros municipios acudían solícitos al reclamo del mandamás socialista. Los concurrentes se hacían llamar «los alcaldes de la autovía» en referencia a la carretera de Toledo que comunica todos estos municipios cuya nómina –otra casualidad de la vida– ha colocado la Púnica en el mapa de la actualidad. Lo que allí se ventilaba, si había o no intercambio de regalos, presentes, óbolos y parabienes, muy bien regados con buen vino de Madrid y dinero público, solo lo sabe la dueña de aquella casa, atónita espectadora de conversaciones que harían las delicias de algún sumario.

El primer marido de la conocida dama calla, pero sabe tanto o más que ella. Su nombre, a pesar de sus vínculos de amistad con muchos de los investigados, no ha salido a la luz. Quizá porque no tiene nada que ocultar. O sí: hace años que se vio inmerso en algún asunto turbio. Ambos podrían contar y no callar sobre los muchos amigos que tenía Tomás Gómez, a la sazón alcalde de Parla en aquellos años en que los alcaldes de la autovía vivían peligrosamente. A muchos de ellos dice ahora no conocer. Pero seguro que si recuerda aquellos almuerzos rememorará los nombres que confiesa haber olvidado.

Solo cabe preguntar a la señora de la casa si en las citadas reuniones de amigos Francisco Granados era el que traía el vino o el postre.

CHERCHEZ LA FEMME... DE LA PÚNICA

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