EL TACÓN DE SÓCRATES
La pregunta
Ha jugado contra los de «su» Liga y la de «los otros». Ha empleado todos sus recursos, del mejor modo que ha podido, para argumentar su candidatura a la permanencia. Ha hecho emotivos llamamientos a sus aficionados para que conviertan El Arcángel en una fortaleza inexpugnable —es más fácil todavía porque los seguidores visitantes, espantados por los altos precios, no vienen por aquí— y siempre ha encontrado una buena respuesta. Ha hecho autocrítica y ha pedido perdón por su decepcionante arranque. Ha despedido a un técnico y ha contratado a otro tras la jornada octava. Prepara una lista de descartes y refuerzos para el mercado de invierno. Está haciendo de todo. Pero le falta un detalle: ganar. Y llegados a este punto, no queda otro remedio que hacerse la maldita pregunta: ¿Cumple el Córdoba los requisitos mínimos de calidad para mantenerse en Primera División?
Los números dicen que no. Es el único equipo de la categoría que todavía no ha ganado —un triste récord sin parangón en las cinco grandes ligas europeas—, luce la etiqueta de colista en solitario y no ha sido capaz de salir de las plazas de descenso en lo que va de curso. Miren un dato. En los 990 minutos de Liga disputados hasta ahora, solamente durante 10 dispuso el Córdoba de una situación de ventaja en el marcador. Fue en Alfonso Pérez de Getafe, en una noche de viernes. Marcó el camerunés Patrick Ekeng en el 78 y alimentó la esperanza. Luego, en el 88, empató el senegalés Babá en medio de un final horrible de los blanquiverdes. Fue el día en que Albert Ferrer mató su imagen de hombre flemático estrellando una botella de agua contra el banquillo antes de estallar en la sala de prensa. «Puedes trabajar la posición en el campo, pero cuando hay que poner los huevos (sic) es poco trabajable», lamentó. «Es tema de los jugadores», advirtió. Duró una semana después de aquello. Al siguiente partido, el equipo ofreció una lamentable estampa ante el Málaga (1-2) y al catalán lo pusieron en la calle.
Su fútbol dice que no. Ha cambiado de entrenador, de sistema, ha utilizado a 24 jugadores y sólo dos —el portero Juan Carlos y el central Íñigo López— no se han movido del once, aunque no es descartable que alguno de ellos lo haga a corto plazo. En el desembarco masivo de fichajes veraniegos —la mayor parte cedidos— se van detectando algunos pufos. El japonés Mike Havenaar, fichado como delantero centro de referencia hasta 2016 por recomendación del anterior técnico, lleva más de un mes fuera de las convocatorias. Y a Fede Cartabia, seguramente el jugador con más calidad del plantel, le empieza a pesar el duro papel de líder de un recién ascendido siendo un chaval de 21 años que llega cedido por el Valencia. El ídolo ahora es Nabil Ghilas, un argelino prestado por el Oporto que llegó pasado de kilos y que se ha ganado el aprecio de la grada con tres goles y un fútbol racial. Excepto la portería, todos los puestos clave —los mediocentros organizadores, las bandas, el enganche, la punta...— han ido experimentando cambios. Once jornadas, once alineaciones.
Su afición dice que no. La monumental bronca con la que concluyó el partido ante el Dépor en la última jornada marca una transición entre el periodo de tolerancia sin límite y de ilusión cándida que vivió la hinchada blanquiverde, narcotizada aún por los efluvios de uno de los ascensos más increíbles de la historia del fútbol español. Dignas derrotas ante los equipos más potentes y exhibiciones de impotencia —con peligrosos brotes de indolencia— ante los rivales directos han llevado al cordobesismo a un estado anímico que mezcla irritación y desencanto.
¿Esto es un proceso irreversible? ¿Está el Córdoba condenado? Decir esto con 11 jornadas consumidas suena feísimo. Hay precedentes históricos de equipos que han llegado a salvarse con inicios similares al del equipo blanquiverde. Ahora les toca jugar a los de los despachos. Agotada la primera bala del relevo en el banquillo, toca reparar los agujeros de una plantilla descompensada y sin fiabilidad en determinadas zonas, especialmente en los laterales. El desafío más inmediato es llegar «vivo» al mercado de invierno para apuntalar el equipo. Entiéndase esta vida como conseguir, al menos, un par de victorias en los cinco próximos partidos: Villarreal y Levante, en casa; Elche, Athletic de Bilbao y Barcelona, fuera.
¿Quién dice que sí? Habrá que ir escalando de lo imposible a lo improbable. Y desde ahí seguir. Partido a partido. A pico y pala. Nadie va a pedir exquisiteces. Sólo honestidad, compromiso y fútbol que alimente, aunque sea de garrafón. Lo tiene francamente difícil, pero el Córdoba todavía puede conseguir que el curso 2014-15, el de su 60 aniversario, no acabe convirtiéndose en ese momento incómodo entre el ascenso y el descenso.