Vivir con tres trasplantes
Rèda Amani vive en Córdoba desde hace trece años con un hígado y dos pulmones donados y el auxilio de una familia
Rèda Amani es un chico de 20 años que tiene una familia marroquí, otra cordobesa y tres órganos donados por otras dos familias que perdieron a sus seres queridos: un hígado y dos pulmones que le permiten jugar al fútbol de delantero como cualquier joven de su edad. La historia de Rèda, como el significado de su nombre en árabe, está llena de satisfacción, de plenitud. Es una historia llena de «ángeles», que a un lado y a otro de la valla fronteriza de Melilla han hecho posible ganar la batalla al síndrome Wilson, enfermedad degenerativa hepática con altos índices de mortandad. Cuando Rèda tenía 7 años, me quedé embarazada porque pensaba que su enfermedad, que en Rabat me decían que no tenía cura, acabaría pronto con él», relata su madre, Salima El-Kaddour.
Su familia se había gastado «el equivalente a tres casas en Marruecos» en tratamientos para rebajar el líquido que hinchaba la barriga del pequeño Rèda pero, tras años de idas y venidas a hospitales, tiraron la toalla. Sin embargo, el día que fueron a vacunar a su hermana recién nacida, un primer «ángel» recomendó a Salima El-Kaddour cruzar la frontera y probar suerte en algún hospital español.
Así, recién dada a luz, Salima El-Kaddour cargó con Rèda a la espalda y se presentó a las seis de la mañana en la frontera para entrar a Melilla. Allí, un segundo «ángel», una señora marroquí que cruzaba a España todos los días a trabajar, logró sensibilizar a un trabajador del paso fronterizo «que tiró su chaqueta al suelo, envolvió a mi hijo que tenía 40 de fiebre —recuerda Salima El-Kaddour— y llamó a una ambulancia».
A partir de ese momento, con apenas 8 años, Rèda comenzó un duro proceso en el que se temió por su vida en muchas ocasiones. «Estuvo en la UCI infantil antes de recibir el trasplante hepático, luego, debido a las complicaciones respiratorias, tuvo múltiples ingresos hasta que recibió el trasplante de los pulmones, algo que fue muy duro pero que superó por su valentía y su capacidad de colaboración», relata la doctora intensivista pediátrica del centro cordobés Susana Jaraba.
«Recuerdo que era mi octavo cumpleaños cuando llegué a casa de mis padres de acogida», dice Rèda con una sonrisa. Toñi Vidal y Luis Jesús Chamorro, una familia cordobesa con tres hijos, decidieron en mitad de un almuerzo convertirse en familia de acogida de Rèda. «Hemos visto cómo casi se nos iba», recuerda el padre de acogida, quien también cuenta con satisfacción que lo han visto «aprender a montar en bicicleta con una mochila de oxígeno colgada de su espalda».
La familia Chamorro Vidal ha sido otro de esos «ángeles» de los que habla la madre biológica, porque además de cuidarlo han ayudado a Salima El-Kaddour a regularizar su situación administrativa: le han buscado trabajo como asistenta doméstica y cuidadora. Sin embargo, de toda esta historia, lo que mejor recuerda Rèda es cómo Dani, uno de los hijos de la familia de acogida, permanecía sin moverse la semana que él estuvo recuperándose del primer trasplante: «No sé si fue por la anestesia o fue un sueño, pero detrás del cristal siempre estaba».