De la ilusión a la depresión
La afición se planteaba el año por fin para disfrutar, pero 11 partidos sin vencer le hacen sufrir un desengaño
La afición del Córdoba tenía anotados este año dos términos fundamentales para su estrenado diccionario en Primera: disfrutar e ilusión. Eran la propuesta de buena voluntad para el regreso a la élite. Premisas que cualquier cordobesista tenía antes de que el balón echase a rodar en agosto. Sin embargo, la competición le ha devuelto 11 jornadas después (sin ganar) a su dura realidad. Otra temporada en la oficina. Los términos disfrutar e ilusión han involucionado hacia sufrimiento y decepción o depresión. Así es la vida del cordobesista.
Sopapo tras sopapo de cruda realidad, el cordobesismo ya ha interiorizado que ni mucho menos el simple hecho de estar en Primera será sinónimo de gozo y esperanza. Al contrario. Once partidos después, la afición blanquiverde ha asumido con heroicidad su papel de apoyo al equipo más allá de la lógica futbolística. Pero, once encuentros más tarde, también se ha dado cuenta de que hasta aquí podíamos llegar. Así se explica la sonora pitada al equipo al final del duelo ante el Deportivo.
El cordobesista es consciente de que aquello que pensaba de disfrutar y vivir una ilusión era un error. Y hasta había asumido que su realidad es el sufrimiento y la decepción inicial. Lo que no está dispuesta a tolerar es la falta de dignidad y de orgullo para convertirse su escudo en un posible hazmerreír nacional. En ese punto, el cordobesismo puso el viernes la señal de «stop».
En la grada, todo seguidor tenía asumido de antemano que la permanencia era la única meta para esta temporada. Y que sería complicadísimo conseguirla (si lo hace). Eso es una cuestión y otra cosa muy distinta que el equipo no esté siquiera dando sensación de poder pelearla con uñas y dientes hasta mayo, aseguran. Es la única exigencia del cordobesismo. Entregarse hasta el final. Pelearla. Disputarla. Sentirse uno más hasta el final, con independencia de que logre la salvación o no. De momento, no cumple ni lo uno ni lo otro. La situación le desespera.
Vista la dura (y justificada) reacción de la afición al final del duelo ante el Dépor, parece que no está dispuesto a a tolerar que esa sensación humillante se pasee por España. Sólo hay que mirar sus duras reacciones postpartido.
La imagen del equipo, por ahora, le ha dejado al borde de tirar la toalla (no lo hará) en noviembre. No parece que esté pensando dejarlo pasar por alto. Una cosa es no disfrutar y otra bien distinta que se deje llevar. Por ahí, no. El cordobesismo ya ha hablado. Ahora le toca responder al plantel. No ante un micrófono, sino sobre el césped. Es lo que esos quince fieles esperan... y desean.