TOCO Y ME VOY

NO HAY MANERA

NO HAY MANERA (POR PACO MERINO)

La gente se marchó de El Arcángel con la sensación de que era el inicio de algo. ¿Qué? Bueno, pues depende de cada cual. La bronca final llegó después de una —otra más— apabullante sesión de apoyo incondicional. Pero el nivel de tolerancia se terminó. Hay algo, una raaa Przón de fuerza mayor, que está por encima de sensibilidades y gustos. Más allá del resultado, el cordobesismo necesitaba una certeza. Un dato. Una esperanza a la que agarrarse. Un resultado que homologara la etiqueta de aspirante a la permanencia de un recién ascendido que ha ido enterándose, a fuerza de bofetadas, de dónde está realmente. Sólo se llevó otra decepción, revestida además de crueldad. Falló el equipo un penalti y no fue capaz de derrotar a un rival tembloroso pese a jugar una hora con un hombre más. El Córdoba no fue capaz de de salir adelante en un partido que era más de «su liga» que cualquier otro. Un ramalazo de miedo recorrió la espina dorsal de los seguidores con el pitido final, al que siguió un concierto de silbidos como hacía mucho tiempo que no se escuchaba en este reino que es ahora una barraca.

La Primera División no es sólo salir en los cromos, doblar el número de socios o que te televisen partidos un viernes por la noche. La Primera División es lo que se vio anoche en El Arcángel, donde el glamour se diluyó entre el aroma a sudor y los rostros desencajados. En la cola de la clasificación hay otra vida. Como en aquella canción de Pedro Guerra que hablaba de los que habitaban debajo del puente. Aquí se perdonan las pifias en el césped y los despliegues de estética zafia porque van en el lote. El socio del Córdoba pagó su carné en verano para ver esto. Algunos no lo sabían, pero ya lo han descubierto. Señores, bienvenidos a la realidad. Qué bello es sobrevivir.

El Córdoba necesitará una hazaña para mantenerse en Primera. Y esa gesta hay que construirla. A pico y pala, como ayer ante el Depor, que anda tan desesperado o más que los blanquiverdes. Miroslav Djukik sigue dándole vueltas al guiso, tal y como hizo su antecesor, Albert Ferrer. El catalán quería adaptar a sus hombres a una idea y falló. El serbio lo hace al contrario. Forja con lo que tiene —por ahora, se supone que en el mercado de invierno habrá cambios— un escuadrón de combate que le dé réditos inmediatos. Caiga quien caiga.

NO HAY MANERA

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