PUNTO DE MIRA
LA ESTÉTICA DE LA CAZA
La montería se degrada en el fondo y las formas a pasos agigantados con atuendos propios de guerrilleros
PERSONALMENTE siento mucha envidia, a pesar de no ser aficionado (sí admirador), del mundo de la Tauromaquia. Comprobar cómo, a pesar del paso del tiempo, los aficionados a esta sin par actividad pueden disfrutar en cada jornada de la contemplación de sus actores, como si no hubiera pasado el tiempo, me produce una inmensa admiración.
Desde la puntualidad taurina, hasta su ritual, pasando por los atuendos que, pese al paso de los años y a la lógica evolución de los materiales y modas, el mundo del toro ha sabido adaptarse sin perder su esencia.
Por el contrario, y por desgracia, nuestra Montería Española, modalidad de caza única en el mundo, se degrada en el fondo y en las formas a pasos agigantados.
En el fondo, por la pérdida de unos valores tradicionales, los cuales hemos sido incapaces los propios monteros de legar a las generaciones actuales. En las formas, por permitir la adopción de las más variopintas maneras estéticas de entender esta actividad.
Hoy en día no nos son extraños atuendos más cercanos a la guerra de guerrillas, que al más ortodoxo canon tradicional. La montera, el coleto, los zahones o las polainas han sido sustituidos por las prendas austriacas o el goretex en un extremo de la cadena, o por los monos de colores, las prendas de camuflaje y las gorras de propaganda, en el otro extremo.
Pretender que vistamos como antaño lo hacía nuestro admirado Rafael Guerra «Guerrita» en cualquiera de las monterías a las que acudía, suena a utópico; pero hacerlo como en la actualidad es esperpéntico.
Algunos dirán que las modas cambian; pero se me hace muy difícil imaginar a un matador de toros vestido con otra cosa que no sea un traje de luces.
Iniciativas como la de la Peña Los Zahones, de la que forma parte mi buen amigo Emilio Jiménez, director de www.todomonteria.com, nos parecen muy loables y dignas de admirar, por muy criticadas que sean por algunos sectores de la montería que con el calificativo de «pijos» en la boca, pretenden atacar una estética y una forma de comportarse en el campo que data de cientos de años, protagonizados por los que entendemos que nuestra montería se muere, empezando por eso, por su estética.