EL FINAL DE LA ERA OBAMA
LA era Obama se ha terminado. La derrota sin paliativos sufrida por los candidatos demócratas en el Senado marca el final de un periodo que empezó encarnado por un impulso formidable pero que se ha agotado antes de tiempo, con una carga de decepción casi tan grande como las esperanzas que despertó en sus comienzos. El presidente demócrata no ha logrado ninguno de sus objetivos ni en polítca exterior ni en asuntos domésticos y ha capeado la crisis económica justo a base de inyectar estímulos, sin afrontar las grandes reformas. Barack Obama tiene ahora por delante un periodo doloroso, en el que deberá asumir que gobernará con el Congreso en manos de la oposición.
No es el primer caso de un presidente que pierde el apoyo parlamentario, y de hecho es una buena señal de vitalidad de las instituciones democráticas que los ciudadanos puedan repartir el poder en determinados momentos. Sin embargo, pocas veces se ha visto una debacle como la que ha sufrido Obama, que ha sido derrotado hasta en Illinois, su estado de adopción, después de una campaña en la que muchos de sus correligionarios le han pedido que no se acercase, ante la evidencia de que arrastraba una pérdida inmensa de popularidad.
Queda todavía tiempo hasta la próxima elección presidencial. Para Obama serán seguramente dos años eternos y los demócratas necesitarán realizar un ejercicio de ingenio para encontrar un candidato que pueda desvincularse de este periodo de gestión decepcionante. Los republicanos, por su parte, tienen una oportunidad para rehacerse si son capaces de generar una oferta de consenso que atraiga a los electores moderados. Para optar a gobernar el país no pueden comparecer ante los electores como una opción dominada desde dentro por una minoría, por fervientes que sean sus integrantes defendiendo los principios liberales.