Podemos (suicidarnos)
El remedio puede ser muchísimo peor que la enfermedad. No es lo mismo ser un hábil mitinero o una estrella televisiva que dirigir un complejo país en la encrucijada histórica de una acechante amputación separatista. Pero los improvisados hinchas del podemismo le quieren entregar todo el poder a quien ni siquiera ha sido concejal de aldea. Y lo peor no son lo iluso y vacuo de su programa y la incompetencia manifiesta de sus dirigentes, sino su anticuada ideología leninista y su afán revanchista contra todo lo que desprecian uniformemente como «la casta». Llegan incluso a faltar al respeto a muchas víctimas de ETA. El pabloiglesismo es una bomba de desprecios. Menosprecia incluso la misma Transición, todo nuestro homologado sistema democrático, y nuestra histórica y actualizada monarquía parlamentaria. Pero es precisamente nuestro sistema, pese a sus humanos defectos, el que está purificando ya la manida corrupción. Motivos hay para el descontento, pero también para una prudente esperanza, y nunca para una desesperación desquiciada. Los males presentes parecerán poca cosa si se adueñan del poder estos aprendices de Hugo Chávez o Evo Morales, maestros en ahogar la alternancia en el gobierno.
El castigo a unos gobernantes, lo pagarían ellos en primer lugar. Y todos, empezando por sus indignados votantes, sufriríamos tal harakiri social por muchas generaciones.