EL TACÓN DE SÓCRATES
La patrulla X
Un trimestre a cámara rápida ha colocado al Córdoba en una tesitura complicada, aunque previsible. Sorpresa hubiera sido otra cosa. Que los blanquiverdes emularan en su arranque al Eibar, por ejemplo. En la casa blanquiverde se están cumpliendo, con escrupulosa fidelidad, todos los estadios clásicos de lo que viene siendo una crisis deportiva. Primero, las derrotas dignas que se disculpan por su condición de novato y porque se detectan —bajo el prisma del cariño y la piedad— algunos detalles esperanzadores; después, los vaivenes en las alineaciones y el aroma a pufo en alguna de las incorporaciones estelares; luego, unos cuantos marcadores frustrantes más que llevan a las dudas sobre la idoneidad del entrenador, que desembocan en el despido y en la llegada de un nuevo jefe; finalmente, se certifica la convicción general de que lo más procedente es ponerse todos el cuchillo entre los dientes, cerrar filas olvidando filias y fobias, amurallar El Arcángel —para empezar— y pelear por defender lo que costó 42 años recuperar como si no hubiera mañana. Porque es que a lo peor no lo hay. Y todo esto en diez jornadas.
Señores, sean bienvenidos a la «liga de las finales». Empieza el viernes, al calor del hogar, frente al Dépor. ¿El estado del Córdoba es reversible? Sí. La estadística histórica demuestra que otros, incluso en peor situación, lo hicieron antes: sin ir más lejos, el Almería en la Liga pasada. Pero la victoria no se puede demorar más. Por el daño que hace en la clasificación y por la erosión que produce en la moral de la tropa, desconcertada ante la falta de concordancia entre lo que se dice y lo que se hace. El campeonato del Córdoba se ha convertido en una permanente declaración de intenciones, en un amago que necesita resultados con urgencia. El primer desafio es alcanzar el final de la primera vuelta con un saldo digno en la clasificación. La clave es no descolgarse para abordar unos cuantos remaches en la plantilla en el mercado invernal. El Córdoba está movilizando a todos sus activos para dejar de estar preso en una gigantesca equis.
X de incógnita, de duda y de incertidumbre. Ya ha jugado todo el que lo ha podido hacer en una plantilla larga. Los únicos que no se mueven del once son el central Íñigo López y el portero Juan Carlos, que precisamente están en entredicho por la imagen de la línea defensiva en las últimas citas. Djukic ha colocado como lateral derecho a Iago Bouzón, habitual central, por delante de Campabadal o Gunino, especialistas en esa demarcación. En la izquierda, donde Pinillos no termina de ofrecer unas prestaciones fiables, se espera la recuperación definitiva de Crespo. En el centro del campo se han probado todas las parejas posibles de pivotes y también han desfilado muchos rostros por la media punta. El último en llegar, el argelino Ghilas, se ha erigido en referencia por su combatividad y sus goles.
X de empate, el mejor resultado que ha podido obtener hasta el día de hoy el Córdoba en Primera. Lleva cinco. Más que nadie. Agarró los puntos ante rivales de «su liga» como el Espanyol, Almería, Getafe y Real Sociedad. También sumó otro ante el Celta, que ha cobrado más valor tras confirmarse lo que ya se intuyó en El Arcángel: los vigueses son la revelación del curso. Las cinco derrotas las ha encajado ante cinco equipos que están dentro de los siete primeros de la Liga. Un dato que consuela, pero que lanza un mensaje que se puede interpretar de modo esperanzador. Lo que se avecina será decisivo.
X de Xisco, el goleador de cabecera durante las dos últimas temporadas en Segunda y recurrente muñeco del «pimpampún» cuando las cosas se le tuercen al Córdoba. Djukic le ha rehabilitado como pieza útil dándole un sitio al lado del intocable Ghilas y Xisco ha respondido anotando un gol —con la mano, pero no están las cosas como para quejarse— que valió un punto ante la Real. Este viernes le tocará cumplir una jornada laboral con fuerte carga sentimental. Xisco fue el autor de un gol que subió al Dépor a Primera y ahora tendrá que pelear por arrastrarlo a la pelea por no volver a Segunda. Mal momento para romanticismos.