ANÁLISIS

¿Mezquita o poema?

JUAN COBOS WILKINS ES ESCRITOR y JUAN COBOS WILKINS

NO es mi voluntad glosar en estas líneas el poso y peso histórico o la maravilla arquitectónica de la Mezquita o las banderas religioso-político-económicas y etcéteras que «piratean» su corazón para mercadear su piel, todo ello ya contado, y mejor, por especialistas en las distintas materias, más bien quisiera compartir el relámpago que me es regalado cuando piso ese misterio que es la Mezquita Omeya. Relámpago que, al cegar, ilumina. Pues es, para mí, símbolo y metáfora del misterio de la creación poética. La geometría caleidoscópica de columnas que, perfecta, sin embargo, confunde, aturde, desconcierta, turba, me recuerda al proceso de creación del poema. Así lo sentí, lo vi, hace ya años y aún me es fértil esa viva impresión. Una poderosa elaboración, una labor constructora rotunda, se hacen casi invisibles, se velan —forma también parte inexcusable de sus principios—, para dejar aflorar la belleza, para abrazar el asombro, para no nombrar en vano. El número convertido en equilibrio y éste en armonía y, un paso más, y ya…, ya el vértigo de codearse con los dioses.

Quizás por esto, y más, entrar en la Mezquita me ha parecido siempre adentrarme en un poema, con más precisión: en el laberinto para alcanzar el poema. Ves arcos, columnas, modillones, cimacios, capiteles, fustes, y juego de luces y sombras y penumbras…, y son como sonoros verbos, imantadores sustantivos, adjetivos exactos, columnas, palabras, arcos, palabras…, un dédalo de voces, imágenes, metáforas, por las que abrirse paso en busca de…, ¿de qué? ¿Qué es lo imprescindible, qué lo sustancial? ¿El asombro, la belleza, la emoción, el misterio…? Recuerdo un día de hermosa lluvia vehemente, veía la lluvia, la escuchaba, la olía, tocaba y, hasta abiertos los brazos y la boca en mitad del Patio de los Naranjos, gusté aquellas gotas que caían del cielo a un paraíso perdido, la Mezquita era entonces como una mágica y secreta caja de música en la que me sentía fuera del tiempo, exento de la voraz carcoma de las horas. Al salir del recinto murado —como Jonás del vientre de la ballena—, al volver al ruido cotidiano y al fragor de la calle, lo que en mí quedó y aún atesoro no supe —y no sé— si fue Mezquita o Poema. Pero está, aún está, y es.

¿Mezquita o poema?

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