La Mezquita-Catedral refuerza su atractivo con la visita a la torre
El campanario se abrirá a quienes quieran conocerlo en grupos de 20 personas, que alcanzarán una altura de 40 metros, hasta el primer cuerpo
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Como pasa con la misma Catedral, que va acumulando sustratos y sellos de distintas épocas, los que ahora se asomen a la torre, que ayer volvió a abrir sus puertas a las visitas después de más de un cuarto de siglo cerrada, podrán acercarse a una historia del último milenio de la vida de Córdoba, escrita con trazos más o menos gruesos, pero siempre visibles. El campanario de la Mezquita-Catedral abrió ayer una nueva etapa que permitirá que quienes deseen conocerlo puedan acceder a su interior y disfrutar, no sólo de las mejores vistas de la ciudad, tanto por altura como por el lugar en que se encuentra, sino también de un recorrido por la historia de la antigua Mezquita, que mantiene allí espacios hasta ahora nada conocidos.
El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, y el deán-presidente del Cabildo, Manuel Pérez Moya, abrieron ayer las visitas a la torre, que permitirán asomarse a los tres primeros cuerpos con vistas, incluidos los dos primeros, donde están las campanas. Las personas con residencia fuera de la ciudad tendrán que pagar 2 euros, que servirán para el control de las visitas y el mantenimiento del templo. Los cordobeses podrán hacerlo gratis aunque siempre en grupos reducidos, de no más de veinte personas, que garanticen la seguridad en una zona con escaleras que sin ser demasiado angostas tampoco son anchas.
Como destacó Pérez Moya, se han creado tres puestos de trabajo con esta iniciativa, que ya ayer recibió a los primeros visitantes que quisieron conocer el interior de la torre y sus vistas, con la Mezquita-Catedral en primer plano, el río y el corazón monumental de la ciudad. Es, apuntaron el deán y el obispo, un paso más en el conocimiento de la Catedral y de la atracción de los visitantes en el año en que conmemora el 775 aniverasario de la consagración del templo como lugar de culto cristiano, tal y como antes fue la visita nocturna «El alma de Córdoba».
En total, y tras pasar por un balcón y dos cuerpos de campanas, llegarán a unos 40 metros de altura, quince por debajo de la cota máxima, que está coronada por la imagen de San Rafael. Antes de llegar allí, el visitante puede encontrar las señales del alminar de la Mezquita. Era el segundo que había tenido el templo musulmán, y se construyó en tiempos de Abderramán III, como lo delata una arcada que recuerda a la decoración de Medina Azahara. Sobre esa construcción, algo más baja que la actual, llamaban los almuecines a la oración a los fieles musulmanes de la época.
Cuando llegaron los castellanos, cristianizaron la torre igual que habían hecho con el templo. En principio, explicó Gabriel Rebollo, uno de los arquitectos conservadores, se añadió apenas una espadaña hasta que en el siglo XVI se levant´ó el campanario actual, obra de Hernán Ruiz III, «que hizo un homenaje a su padre y recuerda a lo que él había hecho poco antes en la Giralda de Sevilla».
Lo reciente, debajo
Se hizo así la zona superior del campanario, pero no sería la última. En el año 1660 hubo otra, que supuso la construcción de nuevos muros en el sur, este y oeste, aunque no en el norte, donde estaba la puerta del Perdón, de carácter mudéjar, que se prefirió respetar. En esta época se colocó también la imagen de San Rafael que corona la torre. Esto explica, según Gabriel Rebollo, que la zona inferior está mejor conservada que la superior, ya que es más reciente en el tiempo.
Todavía hubo tiempo para otra intervención más, esta interna, en el siglo XIX. Tras la Desamortización de Mendizábal la Iglesia perdió muchos de sus bienes y tuvo que pasar a pagar algunos servicios en especie. Entre ellos estaba el del campanero, al que se dio alojamiento en el interior mismo de la torre, en la zona baja, y así permaneció hasta finales de los años 80. La profunda intervención en la torre, que la mantuvo andamiada durante varios años, hizo posible retirar estas estancias y aparecieron algunos elementos que llaman la atención de los visitantes, como los arcos de la época de Abderramán III o el cupulín, que formaba parte de la Puerta del Perdón y que estaba recubierto por azulejos. Es de época barroca.