EL PULSO DEL PLANETA
El mejor whisky del mundo es japonés
La «biblia» del sector castiga a los escoceses y los deja por vez primera vez fuera de los cinco primeros puestos. Un malta de Suntory se sube al podio
En 2003, Sofía Coppola estrenó la extraordinaria comedia romántica «Lost in traslation», que nunca ha superado. Los destinos del otoñal Bill Murray y de una bellísima Scarlett Johansson, todavía con la cara lavada, se cruzan en la penumbra melancólica del bar del hotel Hyatt de Tokio. Los separa un abismo generacional y sendas alianzas nupciales. Pero se va fraguando un amor platónico, tal vez imposible, o tal vez no: lo que le susurra Bill a Scarlett al oído en la última escena, mientras suena una balada distorsionada de Jesus and Mary Chain, forma ya parte de los enigmas de la historia del cine.
En la película, Murray, un actor de Hollywood muy venido a menos, acude a Tokio a rodar un anuncio de whisky Suntory, lo cual es objeto de chiste en el filme. Pero ahora la broma se ha vuelto seria: un malta de la casa Suntory, el Yamazaki Single Malt Sherry Cast 2013, ha sido elegido como el mejor del mundo por la llamada «biblia del whisky». La guía la elabora desde hace doce años el crítico más respetado en el sector, el periodista inglés Jim Murray, de 57 años, que ha catado 4.700 licores para fijar su ránking, como bien acreditan los coloretes faciales y una intensa mirada brillante.
Murray les ha aplicado un severo correctivo a los escoceses, patria natal del whisky por obra y gracia de unos monjes beodos del siglo IV. Por primera vez ni una marca de Escocia figura entre las cinco primeras. Tras el Yamazaki, que ha merecido 97,5 puntos sobre cien, aparecen tres bourbons: William Laure Weller, Sazerac Rye 18 Years y Four Rouses. Para más inri, la mejor botella europea es inglesa. Murray acusa a las destilerías escocesas de haberse dormido en los laureles: «Necesitan una dosis de humildad, algo se ha perdido».
Para Escocia el whisky no es una anécdota. Robert Burns, el bardo nacional escocés, tan invocado por el líder independentista Salmond en la campaña del referéndum, dejó escrito que el tónico de color oro viejo es «la sangre de los corazones calientes». Poesía, historia, sentimentalismo, pero sobre todo, un importante asunto mercantil: el sector emplea a 35.000 personas y mueve 5.200 millones de euros al año en exportaciones, el 20% a Estados Unidos y un 38% a la UE.
Con esa prosa de lírica algo flipada tan grata a los críticos de espirituosos, Jim Murray define el Yamazaki como «espeso, seco y tan redondo como una bola de billar». La bodega, fundada en 1923, es la más antigua de Japón. Su creador, Masataka Taketsuru, acudió a Escocia a estudiar Química, con la idea de crear su propia destilería en Japón. Allí conoció a la escocesa Rita Cowan, se casaron contra la opinión de ambas familias y de vuelta cumplieron con éxito su sueño etílico.
Suntory, el emporio que hoy posee Yamazaki, cuenta con el 60% del mercado nipón. Pero el whisky distinguido como el mejor del mundo es muy diferente del Suntory de batalla que arrasa mezclado con hielo o soda en los frenéticos «after-work» de los ejecutivos orientales. Cada botella del malta ganador cuesta unos 130 euros. Murray, al que no se ve muy de la causa escocesa, sostiene que los whiskys del país que lo inventó «ni se acercan» a las calidades del campeón japonés..