MANUEL PÉREZ MOYA, DEÁN - PRESIDENTE DEL CABILDO CATEDRAL

«La Catedral necesita el mimo del Cabildo pero también la sensatez de todos»

El canónigo muestra el aval de la Unesco, que reconoció el buen cuidado del templo en su última reunión, como garantía del trabajo de la Iglesia

«La Catedral necesita el mimo del Cabildo pero también la sensatez de todos»

LUIS MIRANDA

Manuel Pérez Moya atiende en la parroquia del Sagrario, integrada en la Catedral, y donde las pinturas renacentistas y los signos cristianos se han supuerpuesto en los mismos arcos construidos en la época omeya.

—¿Ha cambiado en algo el cuidado que la Iglesia hace de la Mezquita-Catedral en este tiempo, después de la protección de la Unesco?

—Si uno tiene una perspectiva histórica con rigor, desde el año 1236, en que Fernando III el Santo entrega la Mezquita y se consagra como iglesia y templo católico, es la Iglesia cordobesa la que lo ha mantenido en todo su esplendor. En toda esa etapa no ha habido ningún argumentario que haya resaltado la protección del monumento. En esta época reciente, la Unesco, dedicada a la cultura y al patrimonio cultural, avala el cuidado y la protección que tiene el templo, en la última reunión que tiene en Qatar. Dicen que gracias a la misma Iglesia que la ha mantenido, no como un museo sino como un edificio vivo y dedicado al culto cristiano, está en un esplendor como nunca.

—No nos llegó ninguna mezquita desde la Reconquista. ¿Qué pasó en Córdoba?

—En Córdoba estaba la gran mezquita, que era ésta. Luego había otras mezquitas pequeñas en los diversos barrios de la Axerquía. Santa Clara había sido primero iglesia visigoda y luego mezquita, y luego fueron allí las monjas. La belleza de ésta era tan grande que el cristianismo la asumió. Al principio se bendijo toda entera y se consagró sin tocar ningún elemento. Tal como estaba, se consagró para el culto cristiano. Luego el cristianismo, conforme se va afianzando después de la Reconquista, y quiere afirmar su identidad que es incompatible con el Islam, irá resaltando esa identidad cristiana con capillas de una belleza extrema. La misma que el sagrario, que imita al mihrab, con una doble puerta, para resaltar que está Cristo, como la luz, mientras que en la cultura del Islam, la imagen era de oscuridad. Por eso los cristianos transformaron algunos elementos respetando lo más esencial. Para que apareciera la identidad cristiana.

—Constantemente hay pequeños trabajos en la Mezquita-Catedral. ¿Nunca se acaba de restaurar y actuar?

—En los últimos 15 años se han invertido más de 20 millones de euros en restauracioens y, en ese mismo periodo, en obras sociales más de 19 millones de euros. El Cabildo tiene unos buenos técnicos que continuamente mantienen el edificio. Uno de los maestros de obra, que vive fuera de Córdoba capital, uno de estos últimos domingos, que llovió mucho, se desplazó a medianoche sólo para ver si los tejados, que continuamente se están restaurando, estaban protegidos suficientemente para que no cayera agua. Tienen un cuidado y un cariño que traslada el Cabildo a todos los que trabajan en el empeño de mantenerlo vivo.

—Y se autofinancia.

—Más de un tercio de los ingresos de la entrada mantienen la protección del edificio, lo cual significa que el turismo que viene ayuda al mantenimiento y al esplendor de este edificio enormemente. Y al culto. Ayer mismo tuvimos el «Réquiem» de Mozart y el sonido fue espectacular, porque no hay un edificio con esta acústica, con una gran diferenciación de matices y voces.

—¿Ha cambiado algo en cómo ve la gente la Mezquita-Catedral?

—Eso depende. En Córdoba, en el mismo barrio de la parroquia del Sagrario, le llaman «voy a misa a la Catedral». Otra gente le llama Mezquita, y otros Mezquita-Catedral. La percepción de los cordobeses sigue siendo la misma; hay grupos excepcionales como siempre, y además radicalizados en una fundamentación que no es rigurosamente jurídica. Ni siquiera histórica. Pero allá ellos y su conciencia.

—¿Y ha habido un antes y un después?

—Desde la época romántica, o antes, del siglo XVIII, en que vienen los ingleses a visitar la Catedral. Fueron los que pusieron el nombre más en Mezquita que en Catedral, por el romanticismo, que es muy inglés, por su mirada a la India y a Oriente. Como si esto fuera oriental. Y se aceptó más el nombre de Mezquita. Siempre ha sido un lugar donde han venido muchísimos visitantes. La percepción internacional se queda maravillada de lo bien cuidado que está el edificio y el templo. Agencias como Tripadvisor nos han premiado por la calidad de la visita. La gente escribe y eso no es manipulable. Destaca el valor y el mantenimiento del edificio.

—Al margen de lo religioso, ¿se tiene siempre presente su carácter de gran foco de atención turística?

—Todo esto ayuda a que tenga esta gran ventaja, porque beneficia a todos. El turismo que viene en primer lugar a ver la Mezquita-Catedral se queda aquí, pernocta. Es uno de los alicientes más importantes. Ofrecemos la visita nocturna, que hace que la gente se queda por la noche. Y luego como es gratuita la visita de 8.30 a 9.30 de la mañana, entra un aluvión de personas a esas horas tan tempranas en que no hay grupos de autocares, lo cual significa que también se han quedado a dormir. Es un edificio que necesita el mimo y el cuidado del Cabildo, y también la sensatez de todos, para no entrar en polémicas estériles, que en el fondo son tirarse piedras a la propia ciudad de Córdoba y al foco industrial que se deriva. No merece la pena.

—Sí se ha notado que en los últimos años hay un mayor número de grandes celebraciones cristianas.

—La Catedral es la matriz de todas las iglesias de Córdoba. Aquí está la Cátedra del obispo y aquellos gestos litúrgicos más emblemáticos. Los que expresan con más identidad la catolicidad, el obispo quiere hacerlos en su cátedra. Hay una respuesta de las cofradías y de otras instituciones, que colaboran con esplendor al culto cristiano. Lo que sí es verdad es que es incompatible con el culto musulmán. El cristiano entiende que la Catedral es el lugar en que se alimenta la fe de los católicos. Esto no puede ser una sala de uso múltiples. Los musulmanes no lo admitirían porque están los cristianos rezando. Hay sepulturas de obispos, capitulares y seglares. Es mover, desde la ignorancia, y manipular al pueblo.

—¿Qué ha llevado a recuperar las visitas en la torre?

—La torre es una parte muy importante. Una iglesia no puede estar sin campanas: inmediatamente, cuando se reconquista, se ponen en las campanas y en el alminar que había entonces, junto al pendón de San Fernando, dando a enteder que era cristiano y que las campanas llamaban a los feligreses a orar. El que ahora se visita es una oportunidad que se brinda a los turistas y a las personas de Córdoba, para ver una panorámica bellísima y muy hermosa. Para descubrir cómo el edificio gana en esplendor, sobre todo las capillas mayores. Se ve el ansia de luz que tenía el cristianismo y se ven todas las cúpulas de la capilla mayor.

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