Primer fuego para Luis Enrique
«No me ha costado recuperar el ánimo de mis futbolistas». Luis Enrique, un habitual del mensaje recto y la frente arrugada, zanjó de esta manera cualquier duda sobre la moral del Barcelona después de perder el clásico que se disputó hace nueve días. El asturiano reconoció sin vacilar al Real Madrid como justo vencedor, aunque a la vez pintó el revolcón como si de un simple accidente se tratara. Sin dramatizar, seguro de su plan para volver a la racha de victorias. «No hace falta hacerse un haraquiri», templó. Sin embargo, anteayer contra el Celta, el preparador demostró no estar tan convencido. Poco a poco, se observa cómo su discurso, tirante y poco amante de los detalles, explica muchas menos cosas que sus decisiones. Con él, las respuestas se captan, no se obtienen.
Y en esas, el sábado aparecieron en el once inicial Rakitic y Rafinha, dos interiores de corte vertical, todavía poco compenetrados y considerablemente alejados del paradigma construido en los últimos años por Xavi e Iniesta, titulares ambos en el naufragio del Bernabéu. El contraste con siete días de diferencia, sumado a las dos derrotas seguidas, confirma las dudas en la línea clave, el origen del juego que, en teoría, quiere hacer el Barça. Más allá de si participa este o aquel, sin control en la medular, el éxito pasa por acertar en las áreas. En Chamartín, la pegada blanca retrató a la defensa, mientras que el Celta triunfó en el Camp Nou gracias a una mala tarde de Messi, Neymar y Suárez con el portero rival y el travesaño. La receta, por imprevisible, es mucho más emocionante. Pero se entiende, por más que Luis Enrique no suelte prenda, que un equipo que aspira a todo debe encontrar una solución equilibrada.
Por otra parte, llama la atención que Suárez cuente por derrotas sus apariciones tras su sanción de cuatro meses. No es culpable de nada, pero forma con Messi y Neymar un tridente de lujo que aún necesita muchas semanas de cocción y que a la vez concentra, de nuevo en detrimento de la segunda línea, casi todo el poderío ofensivo. El dato es muy contundente: solo cuatro de los 28 goles del Barça no han llevado la factura de un delantero.
Polémica con las pancartas
Por si fuera poco, la primera crisis deportiva se instala a la vez que la directiva de Bartomeu refuerza su interés por ver a Laporta pagando, aunque sea simbólicamente, una mala gestión económica que la justicia ordinaria, en primera instancia, no ha observado. El expresidente, dueño de una oratoria que seduce a los más críticos con la actual junta, ha reaparecido con fuerza en el entorno del club, aupado por una sentencia que de momento le sonríe. El efecto de la polémica ya se notó el sábado. Coincidiendo con el descanso, un grupo de aficionados desplegó una pancarta de tamaño considerable con críticas a «la peor junta de la historia». Acto seguido, los empleados de seguridad la retiraron con la excusa de que tapaba la publicidad de Qatar. Luis Enrique, irónico, vaticinó una «semana divertida». Difícil, en todo caso, que supere a la que terminó ayer con los culés cuartos en la Liga.