POSTALES

LA DURA Y TERCA REALIDAD

JOSÉ MARÍA CARRASCAL

Todos piden diálogo, pero el diálogo necesita margen para negociar

EL nacionalismo en nuestros días es, por este orden, anticua do –al ir contra la globalización en marcha–, xenófobo –basarse en la singularidad de un pueblo que esconde una pretendida superioridad– e irracional –al tratarse de un sentimiento más que de una reflexión–, que le lleva a negar la realidad.

El mejor ejemplo lo tenemos en Cataluña, donde la clase política –con la colaboración de la clase política española– ha logrado convencer a los catalanes de que estarían mejor separados de España. Para ello, no ha dudado en utilizar todo tipo de mentiras históricas –empezando por lo de «España nos roba» (cuando quien más ha robado en Cataluña es su clase dirigente) y terminando por apropiarse hasta del Quijote (aunque sin dejar leerlo en sus escuelas en español)– y en utilizar la agitación y la propaganda a un nivel que nada tiene que envidiar al de los regímenes totalitarios. Y hay que reconocerles que lo han conseguido. La mayoría del pueblo catalán está hoy convencida de que, en efecto, España les roba, de que una Cataluña independiente sería más rica, más culta, más libre, más moderna, más segura, más, en fin, todo lo agradable que hay en este mundo, sin plantearse cuestiones tan elementales como la de que saldrían no solo de España sino también de la Unión Europea, cómo harían frente a su deuda, quién pagaría sus pensiones, cómo la verían los inversores extranjeros sin el mercado español detrás y cuestiones por el estilo, porque sus dirigentes se las han ocultado mientras los dirigentes españoles se dedicaban a su deporte favorito, que no es el fútbol, sino pelearse entre ellos, dejándoles hacer lo que les apeteciera e incluso reclamándoles su ayuda para aniquilar al contrario.

Así hemos llegado al momento actual de choque de trenes o de rendición de una parte, con la humillación consiguiente. Todos piden diálogo, pero el diálogo necesita margen para negociar, que no hay, al exigir el nacionalismo catalán un pago imposible: la aceptación, por parte de las instituciones del Estado, de que la Generalitat tenga unos poderes que en realidad no tiene. A saber, soberanía de facto para convocar una consulta falsa, y lograr más tarde una soberanía de jure. Lo único que han podido hacer ante ello el Gobierno, el Consejo de Estado y, presumiblemente, el Tribunal Constitucional es negárselo.

¿Cómo se negocia con quien opone sentimientos a razones e incluso amenaza con no pagar su deuda, como Sansón derribando el templo? Esa es la gran pregunta hoy en España. Treinta años de desidia, inconsistencia, oportunismo en Madrid, y de mentiras, chantajes, vanagloria en Barcelona nos han traído aquí. Ha habido enormes errores por ambas partes, hasta terminar mirándose por las pistolas de duelo, y tiene que ser la terca realidad quien conteste a la pregunta con su dureza acostumbrada: lo que no puede ser no puede ser, y, además, es imposible. Veremos si hemos aprendido, aunque lo dudo.

Parece mentira que teniendo los catalanes fama de ser los más flexibles de todos los españoles, no se hubieran dado cuenta de lo que ya dijo un torero.

LA DURA Y TERCA REALIDAD

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