Cuatro minutos para soñar en grande
Los más de 3.000 cordobesistas que arroparon al Córdoba en el Calderón estallaron con el 1-1 de Ghilas y disfrutaron eufóricos de un himno para el recuerdo
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Durante cuatro minutos, fantasearon 3.000 aficionados con otro final. Entre el 53’ y el 57’ imaginaron otra historia. Ninguno se limitaría a contar que había ido a Madrid para animar a su equipo. Durante cuatro minutos, los que separaron el primer gol de Ghilas del segundo de Griezmann, todos los cordobesistas creyeron en lo imposible. «¡Sí se puede!», retumbaba el Calderón. Durante cuatro minutos, 3.000 personas soñaron con presumir, de vuelta a Córdoba y durante toda la vida, de aquel punto que se llevaban de la casa del vigente campeón de Liga.
La mayoría había entrado al estadio con la idea de la derrota ya digerida y madurada en compañía. Optimistas y pesimistas se habían dado la mano. Todos habían llegado a la misma conclusión, aunque cada cual le hubiese dado forma con quién había tenido a mano: con el copiloto, con el compañero de asiento en el autobús o con el desconocido que se sentaba enfrente en el AVE y lucía una camiseta de la época de Segunda B.
La palabra milagro fue una de las más repetidas en los aledaños del coliseo rojiblanco. Tres mil almas habían asumido los dictados de la lógica, pero de algún modo seguía intacto en ellas ese hormigueo que produce la ilusión en los días grandes. ¿Y si el Córdoba daba la sorpresa?
En cuanto rodó el balón, el fondo norte del estadio madrileño rugía teñido de blanquiverde para empujar a unos hombres que daban pasos de certeza hacia el milagro. Por primera vez, perdió cualquier mínima importancia el paseo por la capital, el turismo de bufanda y hasta la ya clásica foto del «postureo tuitero». Por primera vez, la posibilidad de ganar a un grande era real. Y —lo que resulta aún más impactante— por primera vez superó el conjunto cordobesista, con disciplina y voluntad, a su afición, que desconectó por unos instantes del partido para atender a unos incidentes entre los cordobesistas que preferían animar de pie y quienes, sentados, no querían perderse nada de lo que sucedía allí.
Pero nada iba a enturbiar la fiesta del Calderón ni el historial ejemplar de la parroquia blanquiverde. Los mismos 3.000 que entendían como normal una derrota cuando el marcador señalaba 0-0 ya ni siquiera aceptaban el 1-0 reflejado en el descanso. Y, durante cuatro minutos, en el templo del fútbol más ruidoso de España, retumbaron más los cánticos cordobesistas que los de la afición local. El gol de Ghilas prendió la mecha en el 53’ y lo que se desencadenó en el 54’ fue un himno para el que, por desgracia, no ha encontrado la normativa de la Liga un premio que haga justicia, pero que seguro debería valer más que el punto que en ese tiempo saboreó la afición.